Las facultades del Consejo de Regulación de la Comunicación están muy claras en la ley que lo creó. Y, como han dicho sus flamantes miembros, la prensa no debe ni puede temer nada. Mucho más si tras elaborar sus códigos deontológicos las reglas quedarán más claras para todos, incluidos sus accionistas y responsables directos. De ahí que surja otra preocupación: ¿qué dinámica imprimirá a la “vida mediática” del Ecuador esta nueva institución democrática?

El Consejo deberá constituir
esa institucionalidad imprescindible para un
cambio de época, donde el impacto mediático es vitalEn principio, darle sentido, vida y una lógica ciudadana a la misma Ley Orgánica de Comunicación. Para ello también un trabajo de fondo: generar los procesos de participación y debate de la ciudadanía en el fortalecimiento de la democratización de la comunicación, garantizar los derechos de los ciudadanos frente al abuso de los poderes mediáticos y abrir espacios para la formación de los periodistas asegurando sus derechos laborales.

Tomará tiempo y mucha sabiduría. Y en eso las nuevas generaciones de periodistas pueden ayudar mucho. Igual los observatorios y la experiencia de los medios aportará a una efectiva aplicación de la ley en sus esenciales postulados y objetivos. Es decir, hay una tarea colectiva. Pero en lo fundamental habrá que sentir el peso de la responsabilidad de todos los medios (públicos, comunitarios y privados) para generar una comunicación plena para asumirse como un servicio de calidad de modo que mandatarios y mandantes puedan tomar las mejores decisiones en todas sus actividades.

El Consejo, sumado a la Superintendencia, deberá constituir esa institucionalidad imprescindible para un cambio de época, donde el impacto mediático es vital y hasta absoluto en la convivencia social, política, económica y cultural.