Algunos de los establecimientos educativos fiscales del país ya no fomentan la educación unigénero. Muchas escuelas primarias y colegios secundarios que en el pasado la impartían fueron abandonándola paulatinamente; los que surgieron después lo hicieron como planteles mixtos, por lo que no conocen esa “separación” por sexo.

No obstante, hasta hace poco tiempo,  los padres de familia insistían en la búsqueda de planteles solo para niñas o niños. La preocupación  ha sido la misma: proteger la integridad femenina, puesto que -aunque pregonemos lo contrario- muchos seguimos considerando débiles y frágiles a las mujeres. En el caso de los varones, la protección estaba enfocada a evitar problemas relacionados con el corazón, en el sentido de los primeros amores. Frente a estos dolores de cabeza de padres y madres de familia -que pueden ser válidos o injustificados-, los trabajos científicos sobre educación mixta se referían a  las ventajas sociales de que niños y niñas estudien juntos, por el respeto y la aceptación del otro como su igual, particularmente en sociedades marcadas por el machismo, como la nuestra, en las que el hombre es considerado superior a la mujer, pese a que científicamente se ha probado que  tal aseveración es absurda. La educación mixta rompe con esos prejuicios, pues los estudiantes (de ambos sexos) se enfrentan a los mismos retos y los resuelven con herramientas y condiciones similares; en un buen número de casos colaborando mutuamente.

Ante el pedido del Primer Mandatario de que se establezca un cronograma para que todos los planteles fiscales integren a hombres y mujeres en sus aulas, el Ministerio de Educación tiene un reto. Especialmente en Guayaquil y Quito, las ciudades más pobladas del país, en donde la mayoría de establecimientos secundarios fiscales es unigénero, las autoridades deben considerar la adecuación física de los servicios higiénicos. Pero también deben  capacitar a todos sobre el trato y comportamiento frente a los compañeros del sexo opuesto. Esta estandarización de la educación ayudará a normar las relaciones de género y nos permitirá comprender que la sociedad es como un ave: necesita de sus dos alas (hombre y mujer) para coronar las alturas del desarrollo.