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Como si se tratara de un acontecimiento trascendental, el uso obligatorio del taxímetro genera una serie de reflexiones en la ciudadanía. La principal: los taxistas dieron por hecho que el tener ese aparato era opcional.
En Quito ya es parte de la vida cotidiana, pero en otras ciudades hay resistencia de los choferes y las cooperativas. Tanto que los turistas se sorprenden porque ven que el aparato solo sirve para dar la hora o como adorno. Las autoridades respectivas han sido demasiado consideradas y hasta complacientes con los taxistas en este tema. Incluso ha faltado control al abuso del cobro de tarifas nocturnas y cuando el viaje es fuera de las ciudades. Poner orden y obligar el uso del taxímetro es pensar en los ciudadanos y en forjar una cultura de respeto.