En Quito se ha optado por el Metro. Y en otras ciudades, quizá con menos tensión por el tráfico vehicular y no por eso un problema menor, ya empieza a ser una preocupación de todos los días. Pero no hay soluciones particulares, parecería que solo habrá una cuando el uso del vehículo no sea la única manera de movilizarse. O también cuando las medidas adoptadas dejen de ser parches. Lo cierto es que las congestiones, la contaminación y el caos en las calles dañan la calidad de vida.

Y la responsabilidad cae, sobre todo, en los gobiernos locales y estos no han sido capaces hasta ahora de involucrar a toda la sociedad en la búsqueda de soluciones. No es un símbolo del desarrollo que una nación se llene de autos y condicione las urbes a la ‘dictadura del tránsito’. Por eso urge un debate amplio para encontrar las soluciones más adecuadas y una de ellas pasa por el mejoramiento absoluto del transporte masivo y público.

Pero debe haber otras antes de que lleguemos a la inmovilidad por exceso de autos. Un país bajo el paradigma del Buen Vivir está obligado a buscar soluciones integrales y urgentes a este grave problema. (O)