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El Telégrafo

El terror jamás se impondrá en un país que defiende la paz

02 de mayo de 2018 - 00:00

Quienes presenciaron la evacuación de los enfermos y de las personas internadas en el hospital San Vicente de Paúl, en Ibarra, narran sobre las dificultades para llevarlas a otro local mientras las fuerzas de élite de la Policía intervenían para buscar algún artefacto explosivo. Con sueros que no se podían interrumpir, con tanques de oxígeno y en las mismas camas eran transportados los pacientes hasta un local más seguro. Después de la inspección, se determinó que la amenaza de bomba no era cierta y que quien llamó a advertir sobre una carga explosiva en el interior del edificio era un mentiroso.

Lo ocurrido en el hospital de Ibarra es similar a la secuela de amenazas de bombas en varias entidades públicas. Los expertos relacionan todo esto con la violencia que afecta al norte de la provincia de Esmeraldas desde enero pasado, cuando un coche bomba destruyó el cuartel policial de San Lorenzo. Luego vino la muerte de cuatro infantes de Marina mientras desarmaban una carga explosiva; y luego el secuestro y muerte de tres trabajadores de diario El Comercio; el propósito es uno solo: sembrar el caos y el miedo. Un comunicado oficial emitido el fin de semana solicitaba a la comunidad mantener la calma y recordaba que la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas realizan trabajos inmediatos frente a las alarmas de bomba con el fin de precautelar la seguridad de la población. Cabe recordar que los protocolos internacionales sobre estas amenazas deben ser atendidos con la mayor rigurosidad y toda la población debe colaborar, aunque el procedimiento sea incómodo.

Casi en simultáneo, con la evacuación del hospital de Ibarra, la Policía desactivaba explosivos en un vehículo estacionado en Santo Domingo de los Tsáchilas y también en una torre de energía eléctrica. El mismo comunicado recordaba que “realizar falsas alertas puede llegar a ser sancionado con pena privativa de la libertad”. El terror y el miedo jamás podrán imponerse sobre la férrea voluntad que tenemos la mayoría de ecuatorianos de vivir en paz, producir, crear y ser solidarios. (O)

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