Las reglas están claras: no hay censura previa, hay responsabilidad ulterior, no se puede meter preso a un periodista por opinar, los diarios deben decir a sus lectores cuántos ejemplares imprimen, no se puede poner publicidad en los programas infantiles, las portadas de aquellos periódicos sensacionalistas y sexistas no se pueden exhibir en espacios públicos, etc.
Es decir, un conjunto de acciones y avances para mejorar la calidad del periodismo, que los periódicos ecuatorianos no han querido impulsar por su “autorregulación”.
Las reacciones en contra de la Ley de Comunicación, aprobada el viernes pasado, son obvias y cargadas de lugares comunes. Lo que corresponde ahora es mejorar la calidad y dejarse de tanta rabieta por perder la hegemonía política.