Hoy celebramos el natalicio del libertador Simón Bolívar, y en América Latina este hecho adquiere una connotación política potente: su pensamiento, conducta ética y heredad nos obligan a reflexionar frente a las dificultades actuales. Sobre todo porque ahora esas fuerzas conservadoras (las mismas que lo asesinaron) intentan desmontar el proceso de integración impulsado en los últimos años por gobiernos y líderes progresistas de la región.
¿Qué diría Bolívar estos días frente a las amenazas de desintegración motivadas por el afán comercial y sobre todo colonialista de algunos grupos políticos? Sin duda, estamos en un momento complejo, bajo el acecho de las mismas fuerzas y corrientes que amenazaron la lucha del Libertador en el siglo XIX y luego atentaron contra su vida. Nuestra independencia definitiva no es un eslogan o un mensaje publicitario, es, ante todo, un proyecto solidario, soberano y digno para reivindicar nuestra identidad, herencia ancestral, y construir un nuevo sentido de vida.
Por eso no es un capricho hablar del bolivarianismo como un sentido real, firme e histórico de la independencia genuina y efectiva. No. Es un justo homenaje a nuestros próceres y mártires con la más libérrima razón histórica. (O)