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Tokio y el Comité Olímpico Internacional (COI) insisten en que los Juegos Olímpicos no pueden postergarse por la pandemia mundial del coronavirus. Suena irreal pero es cierto. Del mismo modo que se nos pide que nos quedemos en casa para evitar la propagación del virus, el COI debe dar una lección de liderazgo al mundo de forma urgente. En ese contexto, los Juegos Olímpicos, si queremos tener realmente un evento multidisciplinario que merezca ese nombre y no un festival en el que una vez más lo importante sea el dinero, no se deben -no se pueden- celebrar.
El COI debe anunciar el aplazamiento de los Juegos y no esperar a que se lo diga la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por su propio bien. No se puede hacer otra cosa. No se debe exponer a los deportistas, entrenadores y demás miembros de delegaciones a un contagio masivo. Eso puede derivar en una tragedia sanitaria sin precedentes.
Tokio, ciudad sede de los Juegos, ofrece dar garantías para que el bienestar de los deportistas no se vea afectado. Pero la lucha es contra un enemigo invisible. Nada ni nadie puede asegurar que no habrá contagios considerando que la capital japonesa recibirá a más de 4.000 deportistas, sin contar entrenadores, delegados y turistas que tienen previsto llegar a la ciudad.
Mientras desde el COI, el Comité Organizador de Tokio 2020 y hasta el mismo gobierno japonés siguen afirmando que los Juegos Olímpicos y Paralímpicos se realizarán en las fechas planeadas -del 24 de julio al 9 de agosto, y del 25 de agosto al 6 de septiembre, respectivamente-, la misma sociedad japonesa vive una grieta, dividida en mitades a favor de que se hagan y a favor de postergarlos. El sentido común debe primar.
En Japón se contabilizan hasta ahora 1.655 casos positivos y 40 muertes. Además de los 712 casos confirmados del crucero Diamond Princess, hay 943 contagios en el archipiélago. Tokio y el COI deben actuar con responsabilidad y tomar una decisión ejemplificadora. Está en sus manos. (O)