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El prototipo previene los errores de un negocio en marcha

El prototipo previene los errores de un negocio en marcha
Foto: Miguel Castro / EL TELÉGRAFO
13 de marzo de 2018 - 00:00 - Marcia Andrade

Mientras laboraba como profesor visitante en el Human-Computer Interaction Group de la Universidad de Stanford, en 2007, Hugo Pardo Kuklinski descubrió el design thinking o pensamiento de diseño.

Se trata de una de las técnicas para generar innovación, basada en el usuario, que más se utiliza en el entorno empresarial de Silicon Valley,  región del sur de San Francisco (Estados Unidos), que aloja a las más grandes corporaciones tecnológicas del mundo y a miles de pequeñas empresas en formación (start-up).

El doctor en Comunicación, nacido  en Argentina y con base en España, señala que en Stanford School y en la empresa IDEO, ubicada cerca del campus universitario, el concepto era el mismo: “Promover un pensamiento de diseñador, para no diseñadores, que les permita atacar problemas concretos creando innovación con el usuario en el centro del proceso”.

 El design thinking acelera el proceso de creación de productos y servicios a través de la innovación en fase de prototipo, estrategia que Pardo promueve a través de  Outliers School, organización que lidera y que enseña a los maestrantes de universidades de 15 países de Latinoamérica. “Nuestro programa busca aportar a la vena emprendedora de los posgrados en las universidades”.

En febrero pasado, Pardo llegó a Guayaquil para dictar en la Universidad Casa Grande un taller sobre Emprendimiento y Prototipado Ágil, que es una versión reducida del trabajo que realiza en la academia.

“Dirijo un laboratorio de innovación, donde trabajamos el proceso de prototipado. El estudiante llega con un proyecto, con una idea de lo que quiere hacer y nosotros le ayudamos a ejecutarlo con la metodología Outliers School”.

Define la técnica como una mezcla de pensamiento de diseño con manual thinking y un poco de la metodología de trabajo de las start-ups de internet. “Es decir cómo haces para generar una idea que sea de rápida ejecución y de bajo presupuesto e innovadora, y cómo la pones rápidamente en el mercado bajo un mínimo producto viable. Ese es el sentido del ejercicio”.

 Por ahora Pardo dirige 10 proyectos de maestría, entre los que destaca uno de hamacas con paja toquilla.

Lo concibe como un producto a partir de la economía sostenible y una lógica de flow live (vida lenta), además de que representa al productor y vende por internet.

“Creamos el producto, la idea y cómo sería la distribución y la comunicación porque en el fondo son maestrías en Comunicación”.

El experto resalta la necesidad de  elaborar productos innovadores en el mercado, ya que para monetizarlos debe crearse una capa de valor sobre lo que ya existe.

En su recorrido por países latinoamericanos, Pardo percibe una “falta de costumbre, de mentalidad, de cultura start-up”.

Eso lo comprueba  cuando empieza el laboratorio de proyectos y los maestrantes plantean ideas que trabajan en dos semanas, pero luego no ejecutan. Es decir, en el posgrado no existe el objetivo de sacar una idea al mercado que pueda servir para ganar dinero.

Detalla que hay varios aspectos por los que no se concretan los proyectos: falta cultura del emprendimiento, especialmente en América Latina; falta ese componente en las universidades, sobre todo en los posgrados, y tienen bajas posibilidades de financiamiento.

“Es cierto que es un problema macroeconómico. Los bancos no dan crédito para emprender, hay poca inversión, no hay capital de riesgo. En países como Ecuador, con una economía muy dependiente del Estado, la aspiración de muchos es ser funcionarios públicos y ya”.

Outliers School se centra en el segundo eje: cómo incorporar el ADN emprendedor en los posgrados de las universidades. “La idea es que salgas de la universidad con un plan, tangible y concreto para la empresa donde laboras, para ti o en paralelo”.

Un proyecto real es algo que está en el mercado. Puede ser una web, una marca, un aplicativo, un producto tangible hecho con materiales, una comercialización, una ayuda en la administración pública que mejore los procesos para los ciudadanos. Un producto, un prototipo puede ser muchas cosas, explica.

Pardo no se anima a realizar un análisis profundo de la situación de Ecuador, pero insiste en que las universidades que conoce no cuentan con emprendimientos, aunque reconoce que en las carreras relacionadas con administración de empresas “hay un poco más de esa vena”.

Sin embargo, emprender debe ser algo transversal y que vaya a todas las profesiones. “Si tengo un posgrado de Ciencias Sociales, no solo se trata de diseñar o producir textos, sino de que estos se conviertan en ideas tangibles para llevar al ecosistema social, que genere un cambio verdadero, que sea de rápida ejecución y escalable. Ese es un poco el desafío”.

Cuestiona que los proyectos no se ejecuten por falta de cultura de emprendimiento. Esto ocurre -dice- porque las personas ven el tema como un ejercicio más pedagógico en la maestría, algo que tienen que cumplir. Es decir, “juegan a innovar y luego vuelven a su configuración mental”.

Pardo supone que es un problema que tiene toda América Latina en la educación y que está vinculado al ‘instruccionismo’. “Sales aprendiendo a cumplir instrucciones y todo el tiempo las cumplimos”.

Nota que en las universidades cuesta mucho bajar una idea y convertirla en algo tangible.

Ello -explica- porque requiere eficiencia, habilidad, un Lean Cambas (herramienta empresarial para analizar visualmente un  modelo de negocio), ver el mínimo producto viable, un algoritmo de procesos paso a paso y cómo se lo ejecutará, de muchas técnicas que en el emprendimiento start-up es muy natural.

No obstante, advierte que hay academias donde empiezan a verse resultados con proyectos nuevos que generan fuentes de trabajo.

Por ejemplo, “en Colombia hicimos un rediseño de cultura digital en las bibliotecas públicas, en Brasil con posgrados con resultados de productos  periodísticos nuevos, en Italia trabajamos con el rediseño de librerías pequeñas”. (I)   

01

Empatizar con el público objetivo e idear en grupos pequeños

Tal como es implementado en Outliers School, el proceso, desde la definición del problema hasta el diseño del  prototipo –y de este al diseño

del producto–, consta de cinco fases. Se crea desde el inicio una lógica de trabajo que reúna lo mejor de varias metodologías de pensamiento de diseño que atienda cinco aspectos básicos en este tipo de procesos. Es una metodología basada en la estrategia de pensamiento.

El primero de los cinco es empatizar con el público objetivo. Comprender las necesidades de aquellos para quienes se está diseñando, traduciendo las observaciones de los stakeholders (interesados) en comprensión profunda y esta, en bocetos de prototipos de servicios y productos. El segundo es idear en grupos pequeños y con un tiempo limitado de producción. Generar un rango de posibles soluciones que conviertan los problemas en oportunidades, trabajando de manera intensiva en formatos breves, pensando en el producto o servicio diseñado, pero más en la experiencia holística de consumo como un sistema. (I) dc

02

Promover prototipos, producirlos y presentarlos para mejorar la idea

El tercero es promover prototipos de rápida ejecución y bajo presupuesto. Equivocarse mucho, rápido y barato. Si se tiene éxito con los adaptadores tempranos en la primera fase, es posible avanzar con una mayor complejidad y un mayor presupuesto de ejecución.

El cuarto aspecto es prototipar y presentarlos para evaluar. Comunicar los elementos esenciales de solución a otros para que puedan comprenderlos, mejorarlos o integrarlos a sus propios procesos. (I)

03

Buscar cambios desde la dirección

El último es promover que el pensamiento de diseño se convierta en política de empresa desde la dirección. Si esta estrategia no es avalada por los tomadores de decisiones, se traduce en  ”jugar a innovar”, sin expectativas de llegar realmente a la solución del problema. Por lo general, el hecho de que una organización no tenga estrategias de innovación continua no suele ser responsabilidad del conformismo o la incapacidad de los empleados, sino de los tomadores de decisiones.(I)

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