Byron Pozo fue audaz y evitó los ambages. Durante una entrevista radial a comienzos de enero, propuso al gerente del grupo de aventura Paypahuasi, Gustavo Viteri, que permitiera a un atleta no vidente participar en un proyecto de montañismo que él promovía.

Viteri aceptó el desafío e inmediatamente Hernán Pichucho, junto a Pozo como guía, empezó a entrenarse para ascender 10 montañas. Pichucho tiene discapacidad visual total, pero eso no frenó sus deseos de descubrir otro ámbito del deporte, que lo practica desde 2009.

El 18 de enero pasado fue la primera vez que el dúo se aventuró a trepar una montaña; el Quilotoa, a 3.914 metros sobre el nivel del mar (msnm), fue el escollo inicial.

Durante el trayecto, Byron le relataba el paisaje a su alrededor, el cielo, la vegetación... y Hernán los percibía con su olfato, su tacto y su oído. “Sentir el viento en la cara o los aromas es indescriptible. La yerba y la montaña tienen un olor peculiar. Me gusta escuchar los pasos de la gente mientras escala, sus conversaciones me relajan”, afirmó Pichucho el miércoles pasado durante un entrenamiento en el parque Itchimbía, en el centro-oriente de Quito.

Reconoció que por momentos sí sintió temor de caerse o golpearse, sobre todo en las cumbres donde el camino es irregular. “Pero si me frenaría por esa sensación de miedo, no saldría de mi casa, porque las calles para mí también representan un obstáculo, con subidas, bajadas, gradas y huecos”, explicó.

Después del Quilotoa, Pozo y Pichucho, junto a la agrupación de turismo de aventura, coronaron el Fuya Fuya, de 4.290 msnm y el Pasochoa, de 4.200 msnm.

Con un sistema de arneses, Byron guió a Hernán por los caminos en medio de la montaña. Se agarró de su amigo y subieron juntos. “Pero la concentración, coraje, fuerza y espíritu son las principales herramientas que nos permiten escalar”, afirmó el entrenador de atletismo.

El deportista, que perdió la visión hace 12 años en un accidente automovilístico, se colocó detrás de su instructor y mantuvo la concentración en cada paso. En el Pasochoa hubo caminos angostos con abismos a los lados, en los que cualquier movimiento en falso pudo resultar fatal para ambos.

“A mí me da igual ir por un camino que tenga precipicio a ambos costados, que hacerlo por una vereda, porque cuando salgo tengo que estar atento a no pisar mal”, relató el quiteño de 38 años.

Pichucho hizo una analogía de su vida, al compararla con las radionovelas que se escuchaban en el país en las décadas de 1940 y 1950, antes de la llegada de la televisión. “Mi mente funciona de esa manera, con la cual tengo que pintar las imágenes en la cabeza y proyectar todo lo que existe a mi alrededor”.

En la cima del volcán Pasochoa, el también triatlonista deleitó con música a los 35 miembros de la excursión. Llevó una quena (instrumento de viento) y empezó a tocar melodías tradicionales.

“Más lo hago para mí, es mi ‘hobbie’, un medio de relajación y recreación. Quería escuchar la diferencia del sonido en la altura, con el eco de la montaña”, confesó Pichucho, quien utiliza para prácticas, carreras y ascensos una venda blanca sobre sus ojos.

Su falta de visión ha hecho que otros sentidos como el tacto, olfato, gusto y oído se agudicen. Para Pichucho, las montañas tienen vida y hay que respetarlas. “Todas te enseñan algo diferente. Su estructura, su terreno y su dificultad para escalar, las vuelven únicas”.

Paypahuasi organiza estos paseos para principiantes en distintas cumbres ecuatorianas, después del Quilotoa, Fuya Fuya y Pasochoa subirán al Puntas, Rumiñahui, Iliniza norte, Pichincha, el Corazón, escalada en el hielo del Cayambe para finalizar con la cumbre del Cotopaxi (5.987 msnm), los próximos 12 y 13 de abril.

Pichucho sabe que será uno de los montañistas que corone el coloso. “Vamos a estar en abril en el Cotopaxi y el próximo año en el Aconcagua (Argentina)”, dijo confiado.

Por el momento ambos cuentan con el auspicio de Explorer, que les dota de toda la indumentaria para las carreras y las excursiones; y también de la marca Sinox (ropa térmica), fundada por el andinista Iván Vallejo.

Para desplazarse hasta suelo ‘gaucho’ y ascender la montaña más alta del continente (6.960 msnm) necesitan mayor apoyo de empresas públicas y privadas.

La satisfacción más grande que tiene el quiteño es trazarse una meta y cumplirla, a pesar de la adversidad. Él y Pozo trabajan cobijados con el lema: ‘La peor discapacidad del ser humano es decir no puedo’; por ello en su diccionario no existe la palabra ‘no’. “Deseamos motivar a otras personas a que hagan actividad física. Si yo puedo hacerlo, no hay excusa para el resto”.

El triatlón es su deleite
En 2009, cuando descubrió el deporte, Hernán Pichucho empezó a correr en competencias pequeñas, hasta que llegó 2013, año en el que tuvo su despunte.

El triatlón es la actividad que más disfruta. En noviembre pasado concursó junto a Pozo en un triatlón ‘Iron Man 70,3’ en Yahuarcocha, que consta de 1.800 metros de natación, 90 kilómetros de bicicleta y 21 kilómetros de trote.

“Él es el único triatlonista no vidente del país. Antes, correr un ‘Iron Man’ lo tenía como un sueño y ahora ya se cumplió. Queríamos terminarlo en 7 horas y lo completamos en 5h49m”, afirmó Pozo tras guiar con una cinta verde a Hernán por los senderos del parque Itchimbía.

En los Juegos Parasuramericanos que arrancarán el 27 de marzo en Santiago, no habrá el paratriatlón, pero Pozo y Pichucho apuestan por clasificar a los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro en 2016. Será la primera ocasión que se desarrolle esta disciplina en la cita planetaria.

Además del ‘Iron Man’, el año pasado compitieron en 2 triatlones más, 4 pruebas atléticas de 10 kilómetros, y otras de 15 y 21 km. Además cruzó nadando el brazo de mar entre Bahía de Caráquez y San Vicente, en Manabí y concursó en una prueba de ciclismo desde Quito a Tulcán de 240 kilómetros. “Todos son eventos que los que competimos con personas sin discapacidad”.

Para que los atletas experimenten sus sensaciones, Hernán Pichucho promociona para abril, en Tulcán, la prueba atlética ‘Sé tú mi guía’, en la que los participantes correrán asistidos con los ojos vendados.

Datos

Además de la quena, Hernán Pichucho aprendió a tocar el saxofón gracias a su amigo David Ribadeneira, quien también es no vidente. Integró la orquesta Ordeci de personas con discapacidad visual.

Hace 12 años perdió la vista de su ojo derecho en un accidente de tránsito. Mantuvo la visión en el izquierdo 5 años más, pero el desprendimiento de la retina provocó que también deje de ver con ese ojo. Practica deporte desde 2009.

Es sargento en el Cuerpo de Bomberos de Quito. Labora en esta institución desde hace 18 años. Actualmente trabaja en el área de prevención de incendios.