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“La gente debería preguntarse en su tiempo libre, ¿qué hay en el teatro?”

“La   gente debería preguntarse en su tiempo libre, ¿qué hay en el teatro?”
01 de junio de 2013 - 00:00

01-06-13-cultura-CHIA-PATINOSu vinculación con el teatro llegó cuando aún era estudiante en la Universidad de Indiana (EE.UU.). Inspirada en el cuento “Ojos de perro azul”, de Gabriel Gacía Márquez, presentó su primera ópera titulada “Dreamwalker”, una expresión que define a las personas que maniobran y conducen sus sueños, una cualidad que se refleja en la mentalizadora de la obra.    

Esta semana  “Chía” Patiño, directora Ejecutiva de la Fundación Teatro Nacional Sucre, viajó  a Rusia   para concretar una serie de intercambios académicos  y artísticos tras un acuerdo que alcanzó con su   Embajada en  Ecuador.      

Su biografía, publicada en el portal web de la Fundación, señala que hace cuatro años llegó a la gestión cultural “por casualidad”. Entonces tenía un reto evidente: el acercamiento del público ecuatoriano hacia  eventos y actividades culturales no  era el mismo que  en otros países donde, incluso, es una tradición.

Con el coraje en el ceño y su notable trayectoria en el extranjero, en ese periodo logró generar un nexo  entre el público y las propuestas del teatro. “Si no te adaptas brevemente no sobrevives”, sentenció la directora, aludiendo a los escollos que enfrentó.  

Entre la dualidad de creadora y gestora cultural, ¿cómo concibe a la cultura?
Es integral y algo fundamental que distingue al ser humano del resto de seres vivos. Es el resultado de lo que vive y siente. Es el reflejo de la sociedad y el espacio en el que se desenvuelve un individuo. Es la necesidad de expresarse, de crear. La cultura honesta es la que se hace por necesidad y no por un utilitarismo.

En la actualidad se habla de un nexo entre globalización y cultura, ¿cómo lo evalúa?
Es peligroso. La globalización busca el lucro. Hollywood vende a nivel universal y las películas se juzgan como buenas porque batieron récords de taquilla, un  factor que no implica que el filme sea de  calidad sino  importante económicamente. Se confunde cantidad con calidad. A veces coincide que un gran artista llena un estadio, pero  también hay quienes, gracias al marketing, colman un espacio.

¿Y aquello solo ocurre en  espectáculos de gran escala?
No. En escala chica también el marketing engaña al público. Vivimos una época en que el público no confía en lo que siente. Si les dicen que el show es bueno, entonces es bueno. La percepción de un show es particular. A mí no me cautiva la obra de (Carlos) Viver,  aunque en mi adolescencia sí me hubiese encantado. Por ende, se debe considerar esa variedad de necesidades. Yo sí tomo en cuenta que un  show debe tener algo que decir y no simplemente asegurar un rédito económico.

La Ley de Cultura  debe entender el quehacer artístico y que un artista no puede laborar 8 horasCon ese antecedente, ¿cuál es su rol frente a la Fundación?
Trabajamos en una marca artística. La gente sabe que una obra propuesta por la Fundación -independientemente de los espacios- es de calidad. Cada espacio tiene sus propias visiones, misiones y públicos. Al enfocarnos en esos detalles, poco a poco, el público responde favorablemente.

¿Hay obstáculos para esa gestión?
No se ha visibilizado el trabajo del Teatro. Se comprende poco el arduo trabajo hecho aquí y  que involucra a toda la Fundación. Se han divulgado poco los emprendimientos.   

¿Cuáles han sido los avances en los últimos cuatro años?
Los teatros están vivos. El público es honesto y curioso, que encanta a los artistas. Se han plantado festivales a nivel  nacional e internacional. Los grupos con quienes se han hecho coproducciones encontraron el apoyo de la Fundación como un impulsor para realizar sus creaciones artísticas. Generamos producción propia: “Swenney Todd” ganó el premio al Mejor Show Internacional en la Bienal de Bogotá en 2012.

¿Hacia dónde va  la Fundación?
Un técnico de sonido, el utilero y un tramoyista de escenario harán una pasantía por tres semanas en el Teatro Real de Madrid. La mayoría de aspectos que hemos emprendido fueron sugerencias de amigos foráneos que gestionan teatros. La ciudad tiene que adueñarse del teatro. Los ecuatorianos se adueñaron de la selección nacional de fútbol cuando se clasificó al torneo mundial por primera vez. Los quiteños deben reconocer que “el teatro está aquí, por ti y para ti”. Es una relación bipartita: yo doy porque me das. Cuando apenas ingresé a la Fundación establecí una campaña para que no peguen chicles en el teatro. La gente no tenía esa relación cercana con este sitio y por eso no lo cuidaban. Ahora tienen conciencia  de que esta es su casa, que la pagan con sus impuestos; aquí se genera arte para sus experiencias. Y a esto me refiero con adueñarse: que la gente se sienta responsable de que al teatro le vaya bien. Si decimos que el teatro requiere un respaldo para llevar a cabo una actividad, la gente lo desatiende porque no siente esa responsabilidad por un evento artístico que también es un evento social.

¿Cómo ganar la atención del público?
En el proyecto de formación de públicos hemos atraído a niños de cuatro a  seis años, les hemos mostrado cómo el teatro es una experiencia que los enriquece. Hace cuatro años la gente tenía miedo de venir al teatro. Los jóvenes consideraban que el teatro era para los ancianos y hay quienes dudan entre una hamburguesa y el show en el teatro, pero al final se definen por la primera aunque ambas tengan el mismo costo. Creo que por un tiempo la ciudad se olvidó de consumir arte. El arte es un producto de consumo, la gente debería preguntarse en sus tiempos libres ¿qué hay en el teatro?

Hay quienes dudan entre el teatro y una hamburguesa, pero al final eligen la primera aunque cuesten igual¿Cuáles son los retos desde la gestión cultural?
Hice un balance entre el conocimiento que adquirí con mis trabajos: empecé con el piano, luego pasé por la dirección orquestal y finalmente la  dirección escénica. Es decir, coordiné un trabajo en el que participa un gran grupo para concretar una meta común. Esa experiencia me preparó para guiar el teatro. Cada persona termina ejerciendo bien su gestión por distintas razones: por experiencia, porque maneja la parte administrativa, entiende más el aspecto cultural, etc. Cada teatro tiene al frente a la persona correcta en su contexto. El entrenamiento que tuve me volvió tremendamente rápida, cuento con una gran asesoría, la gestión de la Fundación es de un equipo enorme y muy bueno. Mi aporte fue conformar ese equipo de trabajo.

¿Cuáles son sus criterios  a la hora de seleccionar una obra?
Un comité se reúne cada dos semanas, revisa la programación y todas las propuestas pasan por ahí. Las diez cabezas del teatro conforman el comité. Varios factores influyen para que un producto se presente en los distintos espacios: tipo de arte, tipo de artista, tipo de espacio, fecha, eventos simultáneos. Se piensa la mejor manera de gestionar el acto y la misión de los gestores.

¿Cómo debe contribuir  la Ley de Cultura en ese proceso?
El Ministerio  de Cultura tiene que articularse, pero los artistas no deben defenderlo sino dedicarse a crear. Se crearon  falsas expectativas porque regresamos al lucro; el impuesto al arte es igual que el del fútbol. Hay que atender los impuestos e importaciones: Juan Eljuri y un artista pagan los mismos aranceles por un instrumento musical, mientras el uno lo comercializa, para  el otro es su herramienta de trabajo.

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