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Una mirada sobre las obsesiones de Carroll

Una mirada sobre las obsesiones de Carroll
02 de julio de 2013 - 00:00

La publicación de El hombre que amaba a las niñas corre a cargo de la editorial española La Felguera y su responsable, Servando Rocha, indica que este libro -prologado por G.K. Chesterton- recoge la traducción de unas 70 cartas y unos 80 retratos realizados por Carroll.

A su muerte, en 1898, el escritor dejó un legado de diarios, unas 700 cartas y 600 fotografías, y sus herederos no sabían qué hacer con tantas cajas de documentación.

Fueron sus biógrafos los que unos 50 años después comenzaron a rebuscar en este material y encontraron que parte estaba mutilado o tenía tachones que trazaron los herederos “para silenciar cosas”.

Se sabía que Carroll quedaba continuamente con niñas e incluso portaba una maleta con juguetes para adularlas, pero él era un diácono, un hombre religioso, y solo con ellas se expresaba libremente, pues era estricto y tremendamente tímido.

Rocha cuenta que no se conserva la documentación de los 2 ó 3 años en que Carroll estuvo fascinado por Alice Liddell, la niña que inspiró a la protagonista de Alicia.

Se cree que le pidió matrimonio cuando tenía 13 años, por una carta que sí se conserva, en que los padres de Alice piden a Carroll que no se le acerque nunca más.

Carroll escribía las cartas a modo de juegos: hay acertijos, rimas, a veces se escriben al revés. Son “más ricas” que quedarse simplemente en su fascinación por las niñas, aunque es evidente la influencia de Alice Liddell en su obra.

El autor amaba a las niñas en una era -1860- “en que muchos fotógrafos hacían lo mismo. Lo que sorprende es que cuando escribe las cartas él se hace pasar por un niño, no es un adulto escribiendo”.

El autor buscaba situaciones idílicas y marcos muy bellos para retratar a sus heroínas, a quienes disfrazaba y leía cuentos, y se dirigía por carta a sus padres para pedirles permiso para retratar a sus hijas. Nunca dijo que haría un desnudo, sino “un vestido hecho de nada”.

Se sabe que en su legado hay unas 5 imágenes de desnudos infantiles en un sobre cerrado bajo la consigna “quemar antes de abrir”, descubierto por un investigador en los años 60 del siglo XX.

El editor admite que varió la idea inicial de la portada de El hombre que amaba a las niñas, un montaje en que Carroll besa a Alice, pero la imagen era “perturbadora”. “Ya el título es bastante insinuador”, dice.
Sin embargo, Rocha precisa que el amor de Carroll por sus retratadas era “no sexual”: Ninguna de ellas denunció maltrato alguno del autor.

Vladimir Nabokov sufrió las mismas insinuaciones cuando publicó Lolita y entonces dijo: “El auténtico Humbert Humbert es Lewis Carroll”, rememora Rocha.

El escritor provocaba sobre las niñas una mirada “bastante seductora” en los retratos, sobre todo en Alice Liddell, pero a él este interés le duraba mientras estas no maduraban y cuando lo hacían, rompía toda correspondencia con ellas.

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