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Los clásicos ‘el lago de los cisnes’ y ‘la cenicienta’ llegaron a la cce

Rusia exhibe su arte sobre hielo (VIDEO)

La obra ‘La Cenicienta’ combinó en el escenario la destreza de los bailarines con el humor. La precisión de la coreografía y sus coloridos trajes no dieron lugar para las distracciones del público, que se mantuvo cautivo. Foto: Álvaro Pérez
La obra ‘La Cenicienta’ combinó en el escenario la destreza de los bailarines con el humor. La precisión de la coreografía y sus coloridos trajes no dieron lugar para las distracciones del público, que se mantuvo cautivo. Foto: Álvaro Pérez
16 de marzo de 2014 - 00:00

La noche del viernes cae sobre Quito y el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana se alista para recibir al Ballet de Moscú. Esta vez el montaje de las obras El lago de los cisnes y La Cenicienta se desarrolla sobre hielo. El público se apodera de las butacas y la expectativa aumenta al ver, sobre el tradicional escenario del teatro, una capa de aproximadamente 10 centímetros de hielo. “No he visto antes danza en patines y disfruto mucho del ballet, así que imagino que este será un gran espectáculo”, anota Susana Cabezas.

Suena la primera campanada y el teatro luce medianamente lleno. El segundo llamado acelera el paso de quienes se sintieron atraídos por las golosinas apostadas junto a las escaleras de ingreso. La última llamada llega casi de imprevisto.

El telón se abre y un joven con arco en mano da giros sobre el hielo: fouettés, arabesques y demás le permiten ‘volar’ por la pista. Aparecen 4 cisnes con tutús blancos perfectamente sincronizados también exhiben sus giros y saltos.

“Ese es un talento doble. Imagínate hacer ballet y patinar al mismo tiempo”, murmura uno de los asistentes. Y efectivamente es así. Oxana Usacheva, coordinadora de la Compañía de Ballet, destacó que el elenco es seleccionado minuciosamente por la directora y los coreógrafos. “Esta es una disciplina difícil y cualquiera no puede estar aquí...”, sostiene la rusa que goza de un español fluido.

Salir a escena es un reto para todo bailarín: cambios constantes de vestuario, carreras detrás del telón de fondo y asumir en instantes un nuevo personaje, es un trajín aun más complejo en patines. Y es que la danza, sobre las tablas o el hielo, no puede perder su esencia: graciosa y perfecta. Qué ocurre tras bastidores no interesa.

El Ballet de Moscú se presentó en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura, en Quito, el viernes pasado. Mañana  lo hará en Ibarra.

De vuelta en el escenario, un cisne negro con la misma precisión que el anterior se desplaza en el escenario. Entonces el ave blanca denota inocencia, pureza y parecería que tristeza, pero su expresión es, por lo contrario, malévola. Coquetea con el apuesto cazador, lo seduce, se deja perseguir, se escurre...

El lago de los cisnes se basa en la historia de Ondina, un mito del Romanticismo adaptado por Hans Christian Andersen. La hermosa ninfa acuática e inmortal no podía enamorarse ni tener descendencia con un mortal porque perdería su don. En el escenario, el papel de Ondina se traslada a un príncipe, quien será el que luche por el amor del cisne blanco y por terminar con las represiones.

Esa dualidad quizá se refleja también en la condición humana, poseedora de un lado lleno de luz y otro oscuro. De todas formas, el arte no deja de ser un espejo de la realidad, que refleja la otredad en las sensaciones de uno mismo. La directora, Natalya Bestemianova, fue quien tomó una segmento del mundo para, desde su mirada, representarlo a través del ballet en 44 minutos.

Los 15 minutos de receso son suficientes para que la gente destaque la sincronía en el espectáculo. Esa perfección rusa que se expresa en todos los ámbitos de su cultura. Una vez en el pasillo, 3 niñas de apenas 8 años improvisan algunas poses del cisne, con brazos alineados y pies en punta dan algunos giros que -seguramente- les hace imaginar que están en el escenario.

Vuelven a sonar las campanas y el plató esta vez trae consigo un castillo. Un caballero sobre su corcel abre paso para la llegada del príncipe y su corte. Así arranca La Cenicienta, otro clásico de las artes escénicas que en esta presentación ha puesto énfasis en la combinación de luces rojas , amarillas y verdes. El escenario es tan atractivo a la mirada del público que, sin importar la edad, todos se sienten atraídos por identificar a los personajes.

Arlequines y cortesanos dan vida al escenario. Sus representaciones cómicas -en medio del drama que envuelve la historia- y los vestuarios coloridos no dan lugar a la distracción. Un hada de 2 metros se desenvuelve con absoluta destreza sobre el hielo y se lleva los aplausos cuando accede a cumplir el sueño de Cenicienta: asistir al baile en el palacio. La trama que debe superar el príncipe para encontrar a la joven que conoció esa noche cautiva al público. El reencuentro con su amada supera el tradicional romanticismo para dar lugar a la fiesta. Todo el pueblo salta y ríe en la escena, para paulatinamente envolver al público en el humor circense.

Con excelentes comentarios cerró la primera presentación el Ballet de Moscú en Quito, que participó hace poco en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, en Rusia.

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