Una medalla, un diploma y un reconocimiento económico por $ 10.000, más una pensión vitalicia mensual fijada en cinco salarios básicos unificados, serán los incentivos que recibirán los ganadores del Premio Nacional Eugenio Espejo de este año. El multiinstrumentista Enrique Males -galardonado en la categoría de arte y cultura- es un explorador temprano de ritmos ecuatorianos, como el albazo o pasillo, que interpreta de forma singular porque los fusiona con música latina y sonoridades de todo el mundo.La investigación musical la ejerce desde la práctica y entona instrumentos milenarios, no solo de la región, sino Australia o la India. Su más reciente disco, Memorias, es una condensación de sus conocimientos, los de un autodidacta que ha grabado 28 obras, casi todas digitalizadas y conservadas.Con más de sesenta años dedicado a la poesía y el periodismo, Fernando Cazón Vera -reconocido en el apartado de literatura- es un cultor incansable de la palabra que se mueve con facilidad entre las formas clásicas y la poesía moderna. Escribe lo mismo sonetos y tercetos que versos libres. El autor de poemas como “Harakiri” y “El ilusionista”, ha sido también un impulsor de los poetas jóvenes, tanto desde su tribuna como articulista en medios locales (mantiene una columna en Expreso y Extra) y también en su momento como maestro y gestor cultural. El médico e investigador Marcelo Cruz Utreras -premiado en la categoría de aportes científicos- ha estudiado las enfermedades neurológicas del país desde hace 50 años, sobre todo aquellas relacionadas con la epilepsia, un trastorno del cerebro que, en el caso ecuatoriano, ha tenido mayor incidencia en las poblaciones pobres. Fundador del primer servicio de neurología del país en el Hospital Andrade Marín, hace 40 años, también ha participado en la política nacional. Enrique Males Fernando Cazón Vera Marcelo Cruz Utreras Enrique Males. Músico autodidacta y multiinstrumentista “Los niños me han enseñado a ser un maestro de lo humano” Antes de viajar a la capital para recibir el Premio Nacional Eugenio Espejo, el multiinstrumentista Enrique Males estaba en su residencia actual, Pucahuaico (Imbabura), cerca de un bosque, “un espacio grande que facilita el trabajo de la creación”. Con 75 años, este músico autodidacta lleva 28 discos grabados, obras únicas en su género. A fines de los años sesenta viajó a Chile, país al que volvió unos meses antes de que se diera el Golpe de Estado de 1973; entonces ya era un cantor tradicional de la música popular ecuatoriana y conoció a varios músicos. ¿Esos artistas lo inspiraron? Durante uno de los últimos viajes que hice allá, recuerdo que al camerino del Teatro Municipal de Santiago -cercano al Palacio de la Moneda- llegaron tres músicos que me obsequiaron sus discos de acetato, todos contemporáneos de Víctor Jara (1932-1973). Entonces yo tocaba pasillos, tonadas y albazos, ritmos ecuatorianos. Ellos me dijeron que la música de contenido social era una necesidad en Latinoamérica. A partir del Golpe conocí la obra de otros, como Violeta Parra (1917-1967) y empecé a entrar al canto chileno. Además interpreta ocarina, pingullo, paglla, tuntul, litófono... En este canto a la vida y sus elementos también me han acompañado otros instrumentos milenarios, como la tunda, el pífano, silbatos de diferentes culturas de nuestro país. Últimamente realizo fusiones con piezas que vienen de otras culturas del mundo, como el cuenco tibetano, flautas peruanas o instrumentos de Brasil, Australia... No sé cuántos instrumentos tengo, pero todos son milenarios. ¿Qué ha descubierto en la comunidad de Pucahuaico? En los talleres vacacionales que realizamos, con niños de comunidades cercanas, descubrí que puedo ser un maestro de lo humano. Enseñarles el amor que se debe tener a la Paccha Mama, la Madre Tierra y el respeto que debemos a los animalitos. Hay un contacto cariñoso con los guaguas a quienes cuento historias inventadas por mí sobre el ambiente; su abrazo me hace sentir muy feliz. Es un lugar especial... Comparto mi vida con Pucahuaico, es cerca de San Antonio de Ibarra y vivo a unos metros de la tumba de Monseñor Leonidas Proaño (1910-1988). Aquí tengo todo para desarrollar lo musical. ¿Alguno de sus seis hijos siguió su camino en este arte? Uno, Adrián. Vive en Francia y hace rock, metal (sonríe). Me gusta que sea compositor, arreglista... un creador. El abuelo de Enrique Males solía contarle que su familia llegó de Quinchuquí a la capital imbabureña hace un siglo. Retomó el kichwa desde lo urbano porque adaptarse significó perder ciertas palabras. Desde 1978, el contacto con el grupo Ñanda Mañachi hizo que sus composiciones se inscribieran en esta lengua. Su música es un crisol que reúne el arte ancestral que heredó, con la música latinoamericana a la que se acercó y su exploración de instrumentos del mundo que no para. Este año produjo su más reciente disco, en que habitan San Lorenzo e Ibarra, lo tituló Memorias. (I) Fernando Cazón Vera. Poeta, periodista y gestor cultural “Mis primeros poemas tienen la misma intensidad que he mantenido” A sus 83 años, el más reciente ganador del premio Eugenio Espejo en la categoría de Actividades Literarias a menudo recorre a pie la Av. Las Monjas, al norte de Guayaquil, en el trayecto que lo lleva de regreso a su casa, en Urdesa. Caminar es algo que le gusta mucho: “El camino me permite pensar. A lo mejor, un nuevo poema”. Fernando Cazón Vera nació en Quito en 1935, pero desde siempre ha vivido en el puerto principal, de donde es originaria su familia. Su tío Alfredo Vera era el ministro de Educación cuando se fundó la Casa de la Cultura y su tatarabuelo fue el primer director de la Biblioteca Municipal de Guayaquil. Autor de poemas como Harakiri, El ilusionista o Carta de un fusilado, la suya es una poesía versátil, en fondo y forma, que siempre dice cosas que tal vez no queremos oír, pero lo necesitamos. ¿Cómo recibe Cazón Vera el premio Eugenio Espejo? Con mucha satisfacción porque, modestia aparte, es un reconocimiento a una labor de muchos años. Ya tengo 83 años y estoy en las letras desde que era adolescente. El premio es una especie de compensación a todo ese esfuerzo literario. Bueno o malo, no soy quién para calificarlo, sino quien lea, mis poemas o mis comentarios. Sus primeros versos publicados son de la época en la que cursaba la universidad... Los más antiguos los escribí cuando tenía 15 años. Pero claro, lo anterior no lo consideré publicable. Luego seguí escribiendo a los 17 y 18. Cuando se publicó mi primer libro, Las canciones salvadas, fue en 1957. ¿Y cómo ve ahora esa poesía escrita hace sesenta años? Pienso que tiene la misma intensidad que he mantenido. Ahí consta el poema “Carta de un fusilado”, que recibió el premio único en el Festival Universitario de las Letras en 1954. Y hay algunos otros que los considero de relativa importancia. Son producto de una época y un momento, pero pienso que podría haberlos escrito muchos años después con el mismo sentimiento literario. ¿Con esa misma intensidad vivía la política universitaria? Como secretario de la FEUE, y miembro del Consejo Universitario y de la junta de facultad, sí, tuve una actividad movida en la política. Incluso participé en una huelga en la que estuvimos encerrados en la universidad cuatro días. Hay poemas suyos con métrica y rima, pero también escribe con versos libres. ¿A qué responde esa versatilidad? Cada poeta tiene su derecho a definir qué es lo que escribe y cómo. En este caso nunca he despreciado a la madre preceptiva, me gustan los tercetos y los sonetos y los sigo escribiendo, pero también hago poesía en versos largos, porque a veces eso es lo que exige la forma literaria. Actualmente, la rima parece estar cayendo en desuso. ¿Qué opina? Que ya se la usa poco, incluso desde mi generación. Carlos Eduardo Jaramillo, Euler Granda, Antonio Preciado... Preciado es tal vez más musical que todos, pero ellos no acudieron a las reglas literarias de la preceptiva en el uso de la rima consonante y asonante. Usted estudió Agronomía en la Universidad, pero siempre se dedicó a los medios. ¿Qué fue lo que ocurrió? Sucede que yo iba a ingresar a la Facultad de Leyes, pero hubo un problema con los militares en ese entonces. Yo no cumplía algún requisito y no pude dar el examen de ingreso. Y como en Agronomía no había ese examen, me inscribí. Egresé y todo, pero después me dieron un cargo en los Diarios ya desaparecidos La Nación y La Hora. Ahí comenzó mi actividad periodística y me olvidé de la Agronomía. (I) Marcelo Cruz Utreras. Neurólogo e investigador médico “Fundamos el primer servicio de neurología de Ecuador, en 1975” Marcelo Cruz Utreras ha dedicado 50 años de trabajo profesional al estudio del cerebro. A través de la Academia Ecuatoriana de Neurociencias (AEN), desde los años 80, inició las primeras investigaciones en el país sobre la neuroepidemiología. Hasta 2016 y con el apoyo de su hijo Alejandro, el neurólogo premiado ha estudiado con la AEN sobre la epilepsia, un trastorno cerebral que afectaba mayormente a las poblaciones pobres del país. Miembro de Honor de la Academia Americana de Neurología y luego de una carrera por diferentes cargos y postulaciones políticas, Cruz es el actual Cónsul General del Ecuador en Madrid, de donde llegó este miércoles 8 de agosto a Quito. Luego de estudiar Medicina en la Universidad Central, ¿cómo veía la neurociencia en el país? En Ecuador no había mucho campo para las ciencias neurológicas. Hacían falta especialistas y logré revalidar mi título de médico en los Estados Unidos. Allá hice un entrenamiento oficial en los hospitales afiliados a la Universidad de Boston. Al regresar al país nos encontramos con la realidad de que no había un servicio de neurología. Entonces ingresé al Hospital Andrade Marín y después de una amplia pelea, pero con el apoyo de los pacientes, fundamos ahí el primer servicio de neurología del Ecuador. Ese logro se dio en 1975. ¿En qué se ha enfocado su trabajo como investigador? En los años 80, cuando volvimos de hacer nuestra especialidad en Estados Unidos, nos encontramos que no había datos sobre la prevalencia, la distribución y la frecuencia de las enfermedades neurológicas en Ecuador y en otros países en vías de desarrollo. Entonces, con un programa de la OMS, aplicamos un protocolo de visitar casa por casa y obtuvimos los datos científicos de la prevalencia de las enfermedades neurológicas. Encontramos que, por ejemplo, la epilepsia era cuatro veces superior a las tasas que había en Europa o Estados Unidos. Y se definió que esto era debido a la cisticercosis cerebral, la invasión al cerebro de la larva de la tenia solitaria. ¿Cómo logró que sus investigaciones tuvieran efectos en la política pública? Con estos datos científicos fuimos al Ministerio de Salud, cuando era ministro el doctor Plutarco Naranjo y al presentarle los datos estuvo de acuerdo con que la cisticercosis cerebral era un problema de salud pública. Luego logramos que los clubes rotarios del Ecuador tuvieran contacto con organismos internacionales para recibir una donación de cinco millones de dólares que permitió al Ministerio de Salud hacer una campaña nacional antiparasitaria, que logró controlar la cisticercosis cerebral. Ahora hay pocos casos y esto ha representado un gran ahorro a los hospitales del Estado. ¿Cuál ha sido otra enfermedad prevalente en el país? En estos 50 años de vida profesional también hemos sido testigos de la erradicación y control de otra gravísima enfermedad que afectaba al cerebro de los ecuatorianos, sobre todo en las regiones andinas; se trata del cretinismo endémico, un daño cerebral congénito que se da cuando la madre está expuesta a niveles bajos de yodo en la alimentación. Fue una lucha difícil convencer a los políticos para que dictaran la ley que obligaba a la yodización obligatoria compulsoria de la sal. Prácticamente, hoy en día, ya no nacen niños con cretinismo endémico y ese también es uno de los logros, al haber contribuido con las investigaciones. (I) ------------------------------- Por el Día de la Cultura habrá 130 actividades Junto con la entrega de los Premios Eugenio Espejo, que se otorgan con motivo del Día de la Cultura, las entidades del Sistema Nacional de Cultura han desarrollado una agenda nacional de eventos por esta fecha. 130 actividades en más de 10 provincias del país es lo que se ha organizado, anunció el subsecretario del Ministerio de Cultura y Patrimonio (MCyP), Gabriel Cisneros. Así, de 9:00 a 17:00, se realizará una Casa Abierta en el Complejo Cultural Fábrica Imbabura. En el Salón Caranqui, de ese mismo espacio cultural, a las 17:00, se inaugurará la muestra pictórica Visionarios de la forma, con la obra de Oswaldo Lima, Edmundo Fierro, Cruz Sisa y Gavino Dávila. En Babahoyo, a las 10:00, se presentará el festival de fotografía emergente en la prevención de riesgos y desastres naturales, en la Casa de la Cultura Núcleo Los Ríos. En Calceta, durante todo el día, se realizarán las exposiciones itinerantes: Alfaro Manabita, Mujeres Montoneras y Labores y Oficios. En Cuenca, desde las 09:00, se harán recorridos con niños por museos y centros culturales. La agenda completa está en la página del MCyP. (I)