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Lea la entrevista completa al artista este domingo en el suplemento cartón piedra

Óscar Santillán: el arte de explorar los límites de la realidad

Fotograma del video Pasos Perdidos, documentado a partir del trabajo del coreógrafo Héctor Alzamora. Foto:  óscarsantillan.com
Fotograma del video Pasos Perdidos, documentado a partir del trabajo del coreógrafo Héctor Alzamora. Foto: óscarsantillan.com
15 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Friedrich Nietzsche (Alemania, 1844-1900) bailaba a solas y hacía bailar sus manos para que pudieran escribir en la Malling Hansen, una máquina con forma de una bola de cristal. Se trataba de una esfera escribiente, según la patentó su creador, el clérigo danés Rasmus Hans Malling Hohan Hansen.

Cuando Nietzsche recibió la esfera escribiente pensó que podía cambiar su obra y hasta su pensamiento. El artista ecuatoriano Óscar Santillán se aproxima a los textos de Nietzsche en esta Malling Hansen, aquellos en los que no hay palabras escritas en alemán, solo errores del idioma y tachones. Frases ilegibles. La obra que Nietzsche no pudo escribir. Reúne evocaciones a esa obra no escrita en una instalación a la que llama Afterword.

“Es una historia completamente irrelevante para el aporte filosófico de Nietzsche. Más que las cosas en sí me interesan los bordes de la realidad, no lo político en sí mismo”, dice Santillán en un recorrido por ‘El triunfo del placer’, la exposición que inauguró la semana pasada en la galería NoMínimo, en Plaza Lagos.

Santillán presenta esta muestra luego de dos años de no haber expuesto en Ecuador, a su retorno de un viaje constante por varios países de Europa, donde reside.

En esta muestra, abierta hasta el próximo 10 de enero, presenta diez obras en fotografía, escultura e instalación que constituyen la última etapa del trabajo de Santillán. En cada una de estas se construye una narrativa, constante en su obra y menos política desde 2006, cuando era integrante de la agrupación de arte contemporáneo LaLimpia.

“Ya no creo que es posible ‘cambiar el mundo’, ni que ‘otro mundo es posible’. Soy un agnóstico social”, dice Santillán en un intercambio epistolar que Rodolfo Kronfle cita en 2009 sobre una muestra individual del autor en la que se destaca el “riesgo de reinventar el trasfondo de su trabajo”.

Para Santillán, lo que ahora importa es que las obras tengan una autonomía visual, un punto de entrada, una narrativa.

“Mi trabajo se posiciona de manera completamente articulada, meticulosa en la línea entre lo probable y lo improbable, dentro de la noción de la realidad”, dice Santillán. Agrega que su cuestionamiento circunda entre qué es la realidad que nos rodea y qué otras posibilidades tiene esa realidad a nuestro alrededor.

“Mi práctica no es la de un arte autónomo como el arte abstracto, tampoco es un arte interesado por lo social -en absoluto-. Si yo comentara a qué aspiro a llegar algún día es encontrar en alguna esquina perdida de la realidad que no ha sido tocada por lo político o la historia. Armo una narrativa sobre un hecho completamente imposible y olvidado, de él exploro estos bordes. Busco los bordes, pero no para mirar de vuelta la realidad ni para entenderla mejor. Me interesa encontrar esa esquina perdida, ese borde y empezar a especular sobre lo improbable. Yo nunca regreso a la realidad”, dice Santillán.

Así trabajó El mensajero, una obra en la que un hombre de una religión milenaria, y que se reconoce a sí misma como pagana, sostiene la sombra de los caídos en una avalancha en la frontera de Rusia y Chechenia, o el Espejismo, una pieza de mármol que guarda dentro de sí la idea que la nombra. (I)

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