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"No nos gusta vernos en pantalla grande"

"No nos gusta vernos en pantalla grande"
Foto: cortesía UArtes
26 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

En el filme Gente de bien, Éric, un niño de 10 años, queda a cargo de su padre Gabriel, a quien apenas conoce. Su madre decidió irse de la ciudad y, de la noche a la mañana, Éric se convirtió en una más de las preocupaciones de Gabriel, un hombre que trabaja como carpintero para gente de clase alta y que tiene varias deudas. María Isabel, una de las personas para las que trabaja Gabriel, ofrece hacerse cargo del niño a pesar de la resistencia de su familia por tener con ellos a un desconocido.

El director de Gente de bien, Franco Lolli (Colombia, 1983), se siente como el personaje principal de esta película. Cuando tenía 10 años, al igual que Éric,  era un niño conflictivo y, junto a su madre y su perro (otro de los personajes del filme), sentía que eran los pobres de los ricos.

En este proyecto la figura del padre fue lo más complicado de configurar porque Lolli no tuvo uno y en la película Éric pasa por el proceso de reconocerlo. Gente de bien nace de la intimidad de su director y en los festivales en los que se proyectó —Cannes, San Sebastián, el Festival de Lima y Barranquilla— logró buenos comentarios, no así en las salas monopolizadas por la gran industria con las que conviven los latinoamericanos.

En Colombia el filme tuvo 25 mil espectadores, ¿por qué piensa que la recepción fue menor a la de Europa?

Diría que tiene que ver con algo que negamos. Te cuento una historia: ahora que estaba en uno de los cubículos del baño oí a dos espectadores comentar que la película ya se había puesto densa. Uno decía que sí y que era hora de irse. No les gustó que la película se ‘ponga densa’, sin embargo, esa gente  está acostumbrada a ver cosas mil veces más densas y difíciles todos los días. En nuestros países estamos acostumbrados a la violencia en la calle. Pero por alguna razón inexplicable no nos queremos ver así en grande, y eso tiene que ver con mentirse a sí mismo y no reconocernos. Quizás es una forma de protección, la gente siempre trata de hacer como si fuera feliz.

Los niños de la película son determinantes en la decisión de Éric por no permanecer en el hogar adoptivo, ¿hay una idea de desacralizar a la infancia ahí?

Los niños son malísimos. Pero no es que sean más buenos o más malos, son directos. Dicen lo que piensan y hacen lo que creen, hacen lo que les sale y son más pulsionales. Lo que vi de los niños en el rodaje es que eran más malos entre ellos fuera de la cámara que en cámara. Lo que yo filmé es ínfimamente pequeño en relación a lo que ellos se hacían. Entonces, sí hay una desacralización pero no siento que yo haga algo a propósito para mostrar a los niños como malos, sino que trato de no mostrar a la gente edulcorándola: ni a los niños ni a los adultos.

El año pasado el director de la Mostra de Venecia decía que las películas más interesantes estaban naciendo en América Latina, ¿cómo recibe este comentario?

El cine latinoamericano está en una etapa muy interesante. Se están haciendo películas muy buenas, pero no diría que los mejores filmes mundiales se están realizando aquí porque en Estados Unidos y en Europa se sigue haciendo un cine increíble, y en Asia también. Pero sí diría que el cine latinoamericano está mejor que nunca. El cine colombiano, por ejemplo, tuvo el año pasado 3 películas en Cannes, eso es muestra de que algo está pasando.

¿A qué lo atribuye?

Tiene que ver, de pronto, con el estado de las sociedades y el estado de las industrias de cine. La gente se muere por hacer cine en América Latina y antes eso no existía. Ahora que está empezando a existir (la industria) es como la primera experiencia amorosa de una persona. Creo que la experiencia más hermosa del amor es la adolescencia, así no sea del todo la mejor. Creo que lo mismo pasa con el cine latinoamericano.

Y a pesar de que se hace más todavía existe un problema de distribución entre los países de la región y tal vez, por eso, hay más cine latinoamericano que se vuelve exitoso en Europa...

Eso tiene que ver con muchas cosas, algunas del mercado, que no tiene que ver del todo con los espectadores y lo que quieran ver. Hay otras relacionadas con la gente que va al cine para escaparse de su realidad, sobre todo en países pobres. Cuando te quieres escapar de la realidad no quieres verla reflejada. Te escapas más con una película gringa o francesa que con una colombiana. Sin embargo, esto también tiene que ver con el mercado que Hollywood tiene monopolizado en Paraguay, Colombia, Venezuela, o donde quiera. Es muy difícil competir con máquinas que cuestan $ 200 o $ 300 millones  cuando tu película no cuesta ni siquiera un millón. (I)

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