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“Lo mío es más una experiencia de disonancias”

“Lo mío es  más una experiencia de disonancias”
04 de diciembre de 2013 - 00:00

¿Quién es? Nombre completo: Felipe García QuinteroProfesión:Docente e investigador del departamento de Comunicación Social de la U. del Cauca. Nacionalidad: ColombianaAño de nacimiento: 1973

 

Hay en sus poemas una cotidianidad que trasciende en la mirada, en su forma reflexiva de observar. ¿Qué poesía le interesa?

Me interesa de la poesía lo que tú adviertes: la mirada, la observación, la contemplación. Me interesa hacerlo bajo un procedimiento que podríamos llamar ‘la imagen’. En esa medida no me interesa mucho el poema que describe o narra, sino el poema que construye imágenes mentales en torno al fenómeno del mundo. Y en esa medida, las cosas sencillas, cotidianas, son como mi entorno; a esas cosas canto, a esas cosas que miro, a las que pertenezco o creo pertenecer y, por supuesto, hay una actitud contemplativa de retraimiento, de participación, pero en silencio.

En su primer poemario Vida de nadie (1999) el carácter era más autobiográfico mientras que en Terral o El Pastor Nocturno la mirada se vuelca sobre la naturaleza misma del lenguaje.

Así es, Vida de nadie es una mirada hacia dentro. En él está el tema de la identidad, del padre, de lo femenino, se percibe el dolor, el desgarramiento. Es un libro escrito con temeridad, con arrojo, con una condición humana muy fuerte. Sin embargo, en lo posterior no quería repetirme ni agotarme, entonces desarrollé mi preocupación en torno al lenguaje. Hago mío -o trato de encarnar- el legado de Wallace Stevens cuando hablo de que “el poema es el motivo de la poesía”. Entonces empiezo a escribir sobre el lenguaje, la naturaleza, el sentido mismo de escritura.

Muchos de sus poemas rozan incluso lo filosófico.

Sí, tengo un libro de tono reflexivo titulado Piedra Vacía,que es como una metáfora del lenguaje, como un instrumento, como un alma, pero que finalmente puede estar hueca, que puede no contener sentido humano. Este libro ganó un premio cuyo jurado estaba presidido por Gonzalo Rojas. Más tarde lo amplié con cosas que quedaron sueltas y lo titulé La herida del comienzo. Es un libro que tiene un sabor agridulce porque hay momentos en que logro lo que quiero y hay otros en los que definitivamente no.

¿Qué es aquello que no logró?
Me parece que el tono, la forma estructural, un poco disonante, parecería ser a ratos un libro mal hecho; pero es que ese defecto fue voluntario.

Vivió algún tiempo fuera de su país ¿Cómo marcó la experiencia del desarraigo en su poesía?
La experiencia de ser nadie -que es el exilio- me ayudó mucho a mirarme a mí mismo. Tanto a Quito como a Madrid viajé por estudios. En Europa vivía en una residencia estudiantil. No conocía las estaciones. Recuerdo que llegué en otoño y muy pronto llegó el invierno que fue muy largo, muy frío, muy lleno de soledad. Había dejado a mi esposa, a mi hija, a mi madre, por un año.

Adquirí un hábito de estudio que me obligaba a permanecer en mi cuarto. Tenía una ventana que daba la vista hacia un parque, y allí empecé con este asunto donde la mirada importa. El hecho de la observación.

¿De esa experiencia salió algún libro publicado?
Sí, el libro se llama Mirar el aire, es un libro con más sosiego, pero no deja de haber tensión en mi escritura.

En algún momento dijo que Terral, su libro más reciente, contiene poemas de comunión.

Sí, hubo un giro ya que mi primer período era poesía de soledad. Cuando era muy joven, Octavio Paz escribió un ensayo que se llamaba Poesía de Soledad y Poesía de Comunión donde él recuerda que la última vez que el ser humano le habló en armonía a la naturaleza fue en el siglo XIV cuando Francisco de Asís escribió Cántico a las criaturas o Himno del hermano sol. En esa medida, Terral me permite volver hacia los comienzos, y trato de reconciliarme, de tener una acción de gracias, incluso de perdón, frente a cosas que yo había visto de otra forma.

Hay mucha musicalidad en sus versos, que en su forma breve, intensa, deja resonando múltiples ecos en quien lo lee.

Intento una música, incluso unas rimas que yo no había pensado ni sospechado que pudiese hacer porque yo no tuve una educación literaria forjada en los clásicos que son los que te dan el tono, la melodía. Lo mío es más una experiencia de disonancias de una música fuerte, con violencia. Entonces este es un libro que mira la naturaleza, mira los animales desde otras aristas.


Eso se reflejó en su recital aquí, en el Festival de La Lira, cuando leyó únicamente poemas sobre animales.

Intenté darle una unidad temática. Recogí poemas de animales, no desde una mirada ambientalista sino como símbolos. Cada poema está escrito de forma distinta. En mi caso era más cantarle a una gallina, a una vaca o a una cabra. El tema de la gallina, por ejemplo, era hacerle un homenaje a mi abuelo, que se ganaba la vida cuidando una granja. Yo viví un tiempo con ellos, de pequeño, entonces esos animalitos eran finalmente mis amigos, eran también familia.

DATOS

Doctor en Antropología por la Universidad del Cauca, Magíster en Filología Hispánica del Instituto de la Lengua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España y en Estudios de la Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito). 

Ha publicado los poemarios Vida de nadie, Piedra vacía, La herida del comienzo, Mirar el aire, Siega y Terral.

Premios: Encina de la Cañada (España), Iberoamericano Neruda (Chile), Universidad Industrial de Santander y ‘Eduardo Cote Lamus’ (Colombia).

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