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El Telégrafo
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Capote y muleta, las eternas compañeras de Raúl Torres

Capote y muleta, las eternas compañeras de Raúl Torres
Foto: Nelson Silva / El Telégrafo
18 de abril de 2019 - 00:00 - Nelson Silva Torres

En la Hacienda San Isidro, al suroriente de Quito, rodeado de mudos testigos como los árboles, los jardines y una laguna, practica de lunes a domingo, de 07:00 a 11:00, el torero Raúl Torres Merizalde, de 55 años.

Teniendo como ‘toro humano’ a su alumno Jesús Chávez, su entrenamiento consiste en ejercicios físicos, de fuerza y toreo de salón.

Está más feliz que niño con chupete, pues a los más de tres años vuelve a los ruedos: este 21 de abril paseará su capote (tela rígida en forma de capa), muleta (paño rojo) y traje de luces (hecho en seda y cubierto de color oro o plata) por Lima (Perú).

Desde 2015, en la cabeza de Raúl siempre ha estado latente su amor por el toreo, el cual se avivó meses atrás cuando llegó al país el matador Pedro Pérez Manili y lo vio entrenar. Le dijo: “Matador, usted está fuerte”, ¿sigue con la misma ilusión de torear...?”

Ni corto ni perezoso, Raúl le contestó: “¡Sí Pedro!, solo estoy esperando que se me suelte un animal”. Pérez le replicó: “Tú vas a torear en Lima, en el debut de mi hijo como aspirante a novillero”. Lo harán junto a Jesús Colombo, quien tomó la alternativa en Madrid, lo confirmó en Sevilla y triunfó en Perú en 2018; y Enrique Sifuentes, mejor aficionado práctico del momento.

Raúl entrena con dedicación, como en la década de los años noventa cuando se preparaba para alternar ruedo con los toreros ecuatorianos Pablo Santamaría, Édgar Peñaherrera, Antonio Campaña, Rodrigo Marín y Carlos Yánez.

Al igual también que cuando actuó en la Plaza de Toros Quito y en Ambato en 1991, 1992 y 1993, junto a figuras internacionales como Miguel Rodríguez, Ortega Cano, Roberto Domínguez, César Rincón, Víctor Méndez, Carlos Manuel Rondero y otros.

Su arte lo ha paseado profesionalmente desde 1984, dentro del país en las plazas de Quito, Ambato, Riobamba, Salcedo, Pujilí, Tanicuchí, Lago Agrio y El Coca. En el exterior por Perú, México y Colombia. Ha toreado animales de 400 a 600 kilos.

Sabe que ya no es el joven que inició a los 16 años como novillero, pero también sabe que la experiencia no se compra en una tienda de la esquina. Con su capote, en la Hacienda San Isidro, practica las ‘verónicas’, las ‘chicuelinas’, ‘reboleras’, ‘gaoneras’, el ‘farol’, ‘cambio por espalda’. Con muleta los ‘doblados’, ‘trincheras’, ‘trincherillas’, ‘manoletinas’, ‘afarolados’, etc.

“Cuando se está frente a un toro bravo es maravilloso. Fluye como cuando el pintor plasma un cuadro o el artista compone una melodía. En el toreo es el instante en que el torero realiza su obra”, describió.

Como dice parte de la letra de la canción ‘Olé torero’, del artista Luis Mariano “... si Dios quiere estar conmigo, lo haré mejor que los de antaño... En un traje de luz, tu solo, matador debes brillar...” (I)

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