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Aquellas llamadas “urgentes” a las 17:00 a editores y periodistas
La hora del día más caliente para los editores, aunque también para los reporteros de un diario, es la hora del cierre de la edición en la que la concentración se destina 100% a revisar cada detalle de las noticias del día. El estrés aumenta cuando los textos aún no están listos o hay que hacer muchas correcciones a contrarreloj.
Más presión hay cuando ingresa un anuncio publicitario y el diseño que cuidadosamente se armó en la mañana con la debida jerarquización de los temas se desarma totalmente y hay que buscar formas para que no se pierda el contenido más importante. Las actualizaciones de última hora añaden adrenalina a ese momento. Sí, hay días en que todo esto ocurre al mismo tiempo.
Pero hay un elemento que, para mí, es el menos tolerable de todos los anteriores. Se trata de la llamada “urgente” de un relacionista público, cuyo trabajo lo respeto.
Pero esas llamadas en las que uno dice que está ocupado y él o ella piden que se difunda la noticia de la nueva gerenta de una empresa o del producto, para ellos, el más novedoso del mercado, significan un ejercicio de paciencia para no estallar a esa hora del día. Y no es todo, suelen escoger justo esa hora para preguntar insistentemente por un tema que alguna vez se ofreció desarrollar.
No puedo negar que en ocasiones, aunque pocas, nos pueden salvar con una primicia o ayudarnos a completar esa extensa columna de breves (noticias cortas de unas 53 palabras) que a veces son tan difíciles de hallar.
El comunicador que le atina a ello gana puntos. Pero pierde si llama por una noticia sin impacto nacional a las 18:00 y cuando toda la atención periodística está en el debate del Presupuesto General del Estado en la Asamblea Nacional.
En fin, así se nutre la hora de cierre que termina con un “¡lo logramos!” y con un respiro para tomar fuerza para el día siguiente en el que la historia puede repetirse. (O)