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El Telégrafo
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Crónica a pie

El Mercado Central mantiene ese aire pueblerino

El Mercado Central mantiene ese aire pueblerino
Foto: Alfredo Piedrahíta / El Telégrafo
14 de septiembre de 2016 - 00:00 - Johnny Alvarado

El día inicia con el primer canto del gallo. Los canillitas aturden con sus gritos. El sol en las calles acorrala a los transeúntes y vuelve incandescente el asfalto. Ahí, clavado en el corazón de la urbe está el Mercado Central, un vestigio arquitectónico de los años veinte, que todavía no ha sido ‘regenerado’. A las 08:00, en las calles 10 de Agosto, Clemente Ballén, 6 de Marzo y Lorenzo de Garaycoa, el movimiento comercial es más bien caótico.

En la entrada, Juanito Holguín, un vendedor de pollos, escucha Radio Cristal. ‘Desayúnese con las noticias’, el noticiero estrella de la emisora del pueblo, da cuenta de los últimos acontecimientos del país. A las 08:15, cuando empiezan los avisos mortuorios, los comerciantes y compradores cercanos paran las orejas para escuchar los nombres de los fallecidos.“Vieja costumbre”, según Holguín.

A pocos pasos del lugar, un hombre con una niña en brazos y una receta amarillenta pide ayuda. Nadie le presta atención. Camina de un lado a otro y suplica por unas monedas ante el desdén de la gente que ingresa a comprar.

En el interior del mercado convive una masa de vendedores distribuidos en los 300 locales. En el lado de la calle 6 de Marzo, a pesar de que existe una variedad de ofertas, los negocios con más clientela son los que ofrecen hornado con mote y caldo de gallina. El primer plato está en $ 2,50 y el segundo a $ 1,25; aunque se lo puede encontrar más barato en el puesto de Carmita Paucar a $ 1, pero sin presa. “Puro y nutritivo”, asegura la vendedora oriunda de Chambo, provincia de Chimborazo. La delicia andina, como llama al hornado, es muy apetecida por gente de la Costa y la Sierra, reconoce Anita Pilataxi, quien tiene su local hace 27 años. “Yo preparo el hornado y lo vendo con salsa, maní y llapingachos. A las 12:00 ya no tengo nada”.

Cerca de ahí, a solo 3 puestos de distancia, el olor cambia de forma drástica. El aroma del hornado muere atrapado entre el de las hierbas y pócimas. En este sector los comerciantes son precavidos, porque los productos que ofertan están emparentados con la magia y la hechicería. En las vitrinas se puede observar el jabón ‘abrecaminos’ y el ‘quitasal’, cada uno a $ 5. A Ángela Marín, propietaria de uno de los 12 locales con estos productos, este mes no le ha ido muy bien. Pero confía en diciembre, que es el mejor del año porque las personas se realizan baños de buena suerte para empezar el año. Aclara que en cuestiones de amor las ventas son permanentes. “El ‘sígueme sígueme’ y las aguas de ‘querendona’ son los más solicitados. Con tres baños regresa la persona amada”. Comenta que en el mercado también hay videntes y gurús que leen la mano y recomiendan baños y limpias. De ahí que ella también oferta el juego de barajas con las que se adivina el futuro.

Las plantas medicinales también tienen sus compradores. Quienes las ofrecen utilizan parlantes para dar a conocer los beneficios. Gonzalo Chango recomienda consumir la zarzaparrilla que -según él- combate males como la diabetes, el colesterol. Además, cuida la próstata y evita las infecciones urinarias. Cerca de él, con micrófono en mano, está Teófilo López, para quien su mejor publicidad es una pancarta en la que recomienda tomar agua de chancapiedra para evitar los cálculos renales; él cree que la medicina natural es lo más recomendable porque no tiene químicos. El mensaje parece llegar a la gente que rodea su puesto y a más de la chancapiedra compra eucalipto para la gripe, boldo y manteca de culebra para las zafaduras. Un grupo de mujeres comenta que los productos son buenos y que han curado varios de sus males. En este mercado hay de todo. Narcisa Chimborazo, vendedora de montes, asegura que una limpieza con sus hierbas no tiene nada de malo y que al contrario hace que las energías malas salgan del cuerpo y la persona quede aliviada.

En la entrada de la calle Clemente Ballén la venta de palomas, cuyes y roedores es lo que más llama la atención. Un cuy pequeño cuesta $ 8 y uno más grande y gordo $ 20. Luis Aucancela vende al menos 5 de estos animales al día, sus principales clientes son de la Sierra. En ese mismo sector se encuentran jaulas, escobas, cajas de metal, trampas para ratones, rodillos y alpiste. Para Lorenza Dueñas, el sitio es visitado por personas de escasos recursos económicos. Ella tiene 22 años en su local y al día vende entre $ 30 y $ 40. Cerca de la puerta de la calle 10 de Agosto se ubican los puestos de ropa para niños, interiores y pijamas. Juanita Delgado, propietaria de un local y costurera de oficio, vende prendas baratas, “porque es para gente del pueblo”. “Una pijama para niño la vendo en $ 5. Los mejores meses son julio y octubre, por las fiestas de Guayaquil”. (I)

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