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El Telégrafo
José Antonio Figueroa

Violencia y seguridad

21 de febrero de 2014 - 00:00

En el mundo contemporáneo la violencia es uno de los fenómenos sociales que mueve mayor volumen de capital y es un dispositivo que ha demostrado ser de una gran utilidad política. Este tema es explorado en el documental brasilero ‘Violencia S.A.’, dirigido por Eduardo Benaim, Jorge Saad y Newton Cannito, que fue estrenado en 2005 y forma parte de la muestra Cine Ciudad, que será exhibida en el OchoyMedio, en Quito, esta semana. La temática también es digna de analizar en medio del actual fervor electoral, cuando se anteponen dos posiciones  en torno al tema de la violencia social y la seguridad en las ciudades: por un lado, la posición neoliberal y de derechas que apuesta por un claro proyecto de privatización y busca sacar el mayor usufructo económico, político y simbólico de la violencia y la inseguridad y, de otro lado, las administraciones progresistas que promueven una visión integral que busca acabar de raíz los orígenes del problema.

Como se ve en el documental, el proyecto privatizador de la seguridad y las recetas que ofrece contra la violencia social no solucionan el problema sino que lo agigantan, lo magnifican y lo posponen porque  acabar o disminuir significativamente la violencia social y la inseguridad significa terminar la fuente de beneficios privados. La violencia como negocio propicia crear un clima opuesto a lo público porque las calles, plazas o jardines son retratados como espacios peligrosos por naturaleza y se les propone a los individuos encerrarse en sus casas y condominios concebidos como búnkers, o bien se limita el acceso a los parques y plazas con argumentos generalmente racistas y clasistas.

El documental pone en cuestionamiento la imagen del delincuente a quien la media normalmente clasifica de manera estereotipada como el marginal, malnutrido, mal vestido, desempleado y a quien se le coloca la marca racial del ‘más moreno’. Los directores decidieron entrevistar a unos delincuentes profesionales y se encontraron  con personas sistemáticas en su trabajo que invierten en carros para movilizarse y conocen los códigos penales a la perfección. Estos delincuentes evidentemente lucran de la violencia, pero están los que lucran oficialmente: en el momento de la producción del documental, Brasil superaba a Estados Unidos en la producción de autos blindados y los empresarios declaran con la frialdad del negociante que cada vez que hay un acto de crimen que es dimensionado por la media, como el secuestro de alguna estrella de la farándula, de inmediato suben las ventas de manera significativa.

El negocio privado de la violencia normalmente se acompaña de imágenes que apuestan por el aislamiento, la insolidaridad, la competencia desleal y colocan como victimarios a quienes son las principales víctimas de la injusticia y la discriminación social. Al aislamiento y narcisismo neoliberal y al cinismo de la violencia como negocio hay que anteponer proyectos que consoliden lo público y apunten a eliminar las causas estructurales de la marginalidad.

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