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El Telégrafo
José Velásquez

¿Para qué sirve la vicepresidencia?

03 de agosto de 2020 - 00:00

El exvicepresidente de Estados Unidos, Nelson Rockefeller, decía que su trabajo era asistir a funerales y visitar zonas afectadas por desastres. “No tengo una posición de liderazgo. Mi trabajo es apoyar al presidente”, sentenciaba. 

Pero la verdad es que la vicepresidencia, al menos en EEUU, es una larga pasantía pagada de cara a una posible elección presidencial. Al Gore por poco logra tomar la posta de Bill Clinton en el año 2.000 y extender la permanencia de su partido en la Casa Blanca por al menos 12 años.

Esa opción está descartada en Ecuador, a menos que la persona que ocupe la vicepresidencia se aleje para participar en una contienda electoral. Por eso el Otto Sonnenholzner de hoy es el Lenin Moreno de ayer. ¿Pero se justifica realmente mantener una vicepresidencia que finalmente podría terminar como plataforma partidista o catapulta personal? ¿Qué pasaría si faltando un año todo el equipo de gobierno juega obligadamente para que el vicepresidente conecte centros parado en el área?

Si la razón de ser de la vicepresidencia es la sucesión en caso de ausencia definitiva, eso es algo que se resuelve literalmente de un plumazo. En Chile eliminaron la figura casi enseguida, en 1833. La ley dispone que el remplazo sea el/la titular del ministerio del Interior y Seguridad Pública. En México la reforma llegó en 1917 y se determinó que la legislatura designe al sustituto.

En algunos países como Argentina y el mismo EEUU, el vicepresidente es un puente con la legislatura porque ejerce la presidencia del senado. En Ecuador no hay bicameralidad así es que esa gestión está descartada. Entonces en términos prácticos, ¿de qué nos sirve tener un despacho que en la era de Jorge Glas “requería” de casi 200 funcionarios y un presupuesto sobre los $6 millones anuales?

Dado que no hay tiempo para reformas y que en lugar de simplificar seguimos creando inútiles entidades burocráticas (léase CPCCS), lo único que queda es que los candidatos presidenciales lo asuman con seriedad. Es momento de ver al mejor médico o experto en salud pública en la papeleta de votación. O a un cerebro en recuperación económica y desarrollo. Basta de rellenos y fórmulas demográficas para sumar votos. Al fin y al cabo, a los velorios y a los desastres naturales puede ir cualquiera. (O)

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