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El Telégrafo
Nancy Bravo de Ramsey

Una historia de amor, valor y despedida

09 de septiembre de 2014 - 00:00

La vida se desenvolvía de manera sencilla, casi bucólica,  en la pequeña ciudad conocida como San Jacinto de Buena Fe, habitada por cerca de 40 mil personas dedicadas en su mayoría a las actividades agrícolas y ganaderas en aquellas feraces tierras de los alrededores de la población de la provincia de Los Ríos. Allí nació y creció Yulexi Chévez Vélez, entre aromas a frutas, hierbas frescas, flores y hortalizas que abundan en Buena Fe. La adolescente tenía tan solo 14 años cuando, luego de un largo peregrinar en las consultas médicas de casas asistenciales públicas y privadas, se le diagnosticó sarcoma óseo en estado avanzado, lo que obligó a que le fuera amputada de manera urgente su pierna derecha. Un hecho tan dramático en la existencia de cualquier persona adulta, pudo haber sido de trascendencia trágica en una adolescente. No obstante, pasados los siguientes días a la operación que extirpó una de sus extremidades, dejando incompleta su bella anatomía, Yulexi demostró un espíritu de lucha excepcional, capaz de vencer hasta a la muerte.

Llegó el momento de su graduación de bachiller. Y lo que hasta hacía muy pocos meses parecía algo imposible, Yulexi lo convirtió en una meta realizable, no solo para su propia satisfacción, sino también para alegría de su familia, sus abuelos maternos, su madre, tíos y cuatro hermanos, todos con quienes vivía.

Desde entonces, Yulexi Chévez se convirtió en una de las personas más queridas y admiradas en su pueblo natal, en un referente obligado de los últimos años en la ciudad de San Jacinto de Buena Fe. Sorprendiendo a los miles de espectadores, Yulexi participó sin inhibiciones en el más importante concurso de belleza de Buena Fe, aquel que se organiza anualmente cada julio, con el propósito de elegir a las reinas de la belleza de ese cantón. En este evento, la adolescente de 16 años paseó su ingenua coquetería, su bella sonrisa, los destellos luminosos de sus ojos claros, su rostro adolescente sembrado de pecas juveniles, junto a su prótesis que exhibía con galanura también en traje de baño. Y a todo eso se sumó su clara inteligencia de respuestas rápidas y concisas. Al final de las presentaciones en el concurso para elegir a las soberanas de la belleza del cantón Buena Fe, en el que Yulexi Carolina Chévez Vélez fue elegida Virreina, ella afirmó muy segura de sí: “Quiero demostrar que la discapacidad no es incapacidad. Las únicas limitaciones están aquí, en la cabeza’’.

Era el jueves 4 de septiembre de este 2014, cuando cerca de las 2 de la madrugada, la Virreina de Buena Fe sufrió un infarto como consecuencia de una recaída en su estado de salud, complicada por una metástasis pulmonar. Sus seres más queridos, su madre y su novio, el joven europeo Jairo Berbel, se encontraban junto a ella dentro de la ambulancia que los conducía velozmente de una a otra ciudad a donde iban en busca de una casa de salud. Pero siempre les repetían las mismas frases de excusa. Esto sucedió tanto en Buena Fe como en Quevedo y en Santo Domingo. Finalmente, ya rayando el siguiente día, Yulexi sufrió un shock que la llevó al coma minutos después de haber ingresado a una clínica privada y poco después a la muerte.

El amor, esa energía telúrica que mueve al mundo, que puede perfeccionar a los seres humanos y que es capaz de crear  familias y, así mismo, traer a la vida nuevos individuos, llegó a conquistar a Yulexi Chévez. Y ella lo confirmó, “Estoy enamorada. Fue amor a primera vista’’, expresó al término de la velada correspondiente a su elección de Virreina de Buena Fe. Jairo, su elegido, dijo emocionado durante el velatorio de la adolescente, en el modesto domicilio de la  fallecida, ahora convertida en un modelo a seguir por su valor y fortaleza espiritual: “Ella es sincera, sencilla, es real, se muestra tal y como es. Fue impresionante verla desfilando allá arriba en el escenario. Yulexi es una especie en extinción y, después de ella, ya nunca jamás podré volver a enamorarme”.

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