1Ardua tarea, la mapaternidad consiste en gran medida en aprender a administrar síes y noes. El uso indiscriminado del sí produce idiotas (vean a esxs oligofrénicxs a quienes sus familias, o los poderes del Estado, consideraron impertinente poner límites), y el abuso del no conduce a su atrofia y neutralización: solo debe decirse no y nada más que no cuando la integridad resulta innegociable. Así, cuando tu hijx va a saltar desde una altura hasta entonces inusitada, tu deber será acompañar y enseñar, no prohibir, aun en nombre de evitar un daño; caso contrario, nadie entraría a una bañera ni se subiría a un auto o a una patineta, lugares donde ciertamente puedes encontrar la muerte, sobre todo si no los experimentas. Mapadre es un árbol a cuyas ramas lxs hijxs trepan y su horizonte otean.
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La persecución y obstinación del poder impone a sus profesionales un rigor tan celoso y taxativo en la identificación de intereses, bandos y adversarios, como alegre es su fabulosa capacidad para cambiar de criterio, discurso y camiseta. A esa ficción los pobres medios de comunicación, pobres sobre todo de imaginación, llaman teatro. Y aunque no es el único lugar donde se degrada esa profesión -muchas veces vapuleada en sus propias carteleras-, lo cierto es que la gran ventaja política del arte frente a la política formal y el teatro comercial estriba en la asunción autocrítica de la ambigüedad, la incertidumbre y la realidad.
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Ecuador será un país democrático el día en que, entre otras cosas: desaparezcan las escuelas del milenio y copiemos el sistema islandés; los buses no gobiernen nuestras vías; y las ciudadanas podamos no votar sin pagar multa; etc. El voto obligatorio es políticamente atávico y anacrónico, y culturalmente significa la perdurabilidad de nuestra herencia colonial: el régimen de partidos del 78 hizo bien en adoptarla, contra el pasado reciente de exclusión del derecho al voto de la población analfabeta, normalmente rural. Pero hoy la realidad es otra, y conviene preguntarse hasta dónde dicha obligatoriedad estructura la arbitrariedad que nos gobierna, antes, durante y después de Correa. (O)
