Lo cierto es que las últimas incidencias del caso Jiménez aparentan ser una patraña más de la oposición que -unidos varios de sus tentáculos- se encuentra armando lo que podría provocar una crisis en nuestra región oriental. Una crisis de graves consecuencias en la que muy posiblemente también estaría participando la ultraderecha internacional, que no ceja en su interés de organizar serios conflictos internos en aquellos países con gobiernos progresistas, con la intención final de originar su caída. Hasta hace pocos días, el exasambleísta de Pachakutik por la provincia de Zamora Chinchipe -su lugar de origen-, Cléver Jiménez; el periodista Fernando Villavicencio y el médico Carlos Figueroa, luego de que la Corte Nacional de Justicia ratificara la sentencia de prisión en su contra por injurias al Presidente de la República, dieron declaraciones a la prensa teniendo como fondo la frondosa vegetación de nuestra selva oriental, se supone que en las inmediaciones de Sarayaku, pueblo amazónico de 1.200 habitantes ubicado en la provincia de Pastaza, hacia donde escaparon en calidad de prófugos, en busca de la clandestinidad. Y hasta allí viajaron varios miembros de la Policía Nacional con el propósito de detenerlos a fin de dar cumplimiento a la sentencia.
Pero como si se tratara de una fuerza paramilitar privada, organizada para impedir la aprehensión de los tres prófugos, un grupo de hombres oriundos de la Amazonía, armados con escopetas y lanzas, vestidos con trajes de camuflaje, rostros cubiertos y gestos y ademanes de violencia, impidieron la detención del ex parlamentario y sus amigos. Más adelante y luego de que los miembros de la Policía Nacional regresaron a sus cuarteles, ellos le mintieron a la prensa al manifestarles que de esa manera, así armados y con esa vestimenta, se adentran diariamente en la selva, de cacería, en busca de alguna presa para la alimentación de sus familias, asegurando además que aquellas son sus “costumbres ancestrales”. ¡Por favor, cuánta falsedad, cuánto descaro! Como si nadie supiera la realidad del pasado y del presente de los amazónicos. Tales actitudes falsas han provocado la indignación de la mayoría de los ecuatorianos, pues es fácil deducir la intención traidora y desleal de esos individuos para con nuestra nación, dispuestos a originar una situación extremadamente grave para el país, atentando contra la seguridad de la República, contra el Estado de derecho en que vivimos, contra la Constitución y nuestras leyes, precisamente en el gobierno que mayores atenciones le ha dado a los pueblos del Oriente.
El presidente Correa ha expresado que la Policía volverá una vez más a Sarayaku a fin de dar cumplimiento a lo que es su obligación, arrestar a los prófugos, y que si aquellos grupos armados lo impiden declarará el estado de emergencia para esa zona amazónica. A su vez los dirigentes orientales han respondido en forma irresponsable. Franco Viteri Gualinga, presidente del Gonoae, ha dicho que si eso sucede y el gobierno entra a la fuerza, “la comunidad va a resistir”, mientras que Marlon Santi afirma, amenazante: “El pueblo se va a levantar y no somos solo nosotros. Hemos tenido contacto con algunas nacionalidades hermanas y si Sarayaku es intervenido va a haber una reacción en escala”. ¿Eso es entonces lo que quieren, una guerra civil en el Ecuador? Seguro que la oposición nacional y la ultraderecha internacional con ayuda de los vendepatria de estos lares, están creyendo que los hechos se realizarán como ellos lo están tramando. Deben recordar que nuestra República es unitaria, que nuestras leyes no aceptan aquella aberración jurídica de un Estado dentro de otro Estado y que la justicia ordinaria debe ser aplicada para todos, sin ningún distingo. Si los tres fugitivos tuvieron el valor para injuriar, pues deben tener la valentía de asumir las consecuencias. Finalmente, ¿acaso no será mejor dejar a los tres prófugos en el Oriente? Quizás allá encontrarán su propia prisión.
