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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

Traidor o traidora, el ser más despreciable

30 de enero de 2016 - 00:00

Tomando en cuenta un diccionario de lengua española, traición es un vocablo con varias acepciones, entre otras, constan: “Delito que se comete quebrantando la fidelidad que se debe guardar”. “Actitud alevosa con engaño”. Sinónimo de Judas, en alusión a Judas Iscariote, por quien Jesús fue vendido a los fariseos. Se compara al gusano de seda que se engancha al subir al embojo y muere colgado sin hacer capullo. La traición es degeneración humana, como secuela de una misérrima formación en valores, deterioro moral de la familia y la ambición ilimitada de fama, riqueza y poder. El traidor o traidora se moviliza, furtivamente, finge, engaña y en la primera oportunidad, guiado por sus primitivos impulsos, cede al recóndito afán de lograr sus aviesos propósitos, dinero y la cumbre del mando en su ámbito.

La traición se vincula a la falta de seriedad en el cumplimiento de los compromisos adquiridos con las personas, instituciones, el Estado y la patria. Los traidores, carentes de principios, mediocres y pequeños de espíritu, buscan el camino fácil, mediante la mentira, el adulo, el fraude y el soborno para acumular fortuna, manosear el poder y disfrutar de una vida de placer. La historia revela en los procesos de cambios la conducta irracional y desleal de políticos y gobernantes que defraudaron a sus seguidores al eludir las promesas de campaña. En el traidor es evidente el comportamiento incoherente entre lo que dice, piensa y ofrece con lo que hace en la realidad.

Solo por referencia a recientes hechos en los 9 años de la Revolución Ciudadana, se registran casos de traición a los principios del socialismo siglo XXI. Un dirigente del gobierno de Alianza PAIS, destacado por su oratoria y análisis de la realidad nacional, descendió, por su desmedida ambición de llegar, atropelladamente, a la máxima representación de la Asamblea Constituyente. Hoy avergonzado se esconde y a veces grita, arrimado a la derecha para ser tomado en cuenta en la próxima justa electoral.

El propietario de Avanza, tras 8 años de participar en el Gobierno y acciones políticas de Alianza PAIS, observado con desconfianza por todos los grupos partidistas, se adhiere, invitado a última hora, al llamado proceso de unidad de un sector de la oposición junto a sus enemigos de ayer, con el íntimo interés de ser considerado en la contienda de 2017. Sentado, alrededor de la mesa directiva de los máximos dirigentes de la derecha añeja y actualizada, comparte, amenamente, con los rivales que en el pasado lo repudiaron y vejaron por su participación en la era del correísmo. Se olvida el aludido de que la vida del traidor se vuelve tormentosa, nadie confía en él, ni su familia, y al final, se sumerge solo en el abandono y la soledad.

Hay otros casos lamentables de asambleístas que por su insignificante cuantía, por sí solos, se esfuman y desaparecen del escenario de la política nacional. El traidor incumple la palabra, se aleja de los principios que dice enarbolar; no practica lo que dice profesar, esconde la codicia y la ambición. Engaña a la familia, se declara socialista y de extrema izquierda y termina obrando aliado de la derecha en su lucha por la restauración conservadora.

En la otra orilla resplandecen los grandes de la historia que obraron acorde con sus principios: Bolívar, Alfaro, Sucre, Espejo; y en la era moderna, en nuestro medio, destaca Rafael Correa, ejemplo de lealtad a los preceptos del socialismo siglo XXI que sintetizan la justicia social, la equidad, la paz y la libertad. El hombre leal a su ideología forja su propia grandeza y se gana el reconocimiento, hoy y por siempre; el traidor, en lo que resta de su vida, transita estigmatizado en el desprecio y no se recupera jamás. (O)

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