En 2017, Jorge Glas se entregó a la justicia ecuatoriana. “Los inocentes no tienen por qué huir”, dijo en un video divulgado por él. Poco antes de la medianoche de un lunes 2 de octubre, ingresó a la Cárcel 4 de Quito de la que no volvió a salir, salvo para ser trasladado a la cárcel de Latacunga por motivos de seguridad.
Dos meses antes, en agosto, Carlos Pareja Yannuzzelli hizo lo mismo tras residir brevemente en Estados Unidos. Regresó en medio de un impresionante operativo acompañado de una gran cobertura televisada.
Mientras Pareja acumula 31 años en penas de encierro, el exvicepresidente recibió una primera sentencia a 6 años de prisión y todavía tiene otras causas pendientes. Ambos deben estar arrepentidos por haber creído en la oferta de protección a cambio de su comparecencia. ¿Quién los engañó?
Con estos dos, apenas son unos pocos subalternos que están pagando las faltas cometidas por toda una organización bien montada. Entre tanto, en las calles, unas pocas personas se reúnen periódicamente para denunciar el trato al exmandatario. Pero en otras partes, los altos dirigentes de la extinta Revolución Ciudadana gozan de una inmerecida libertad en condición de prófugos de la misma justicia.
Igual que Pareja, Fernando Alvarado, secretario de propaganda durante el gobierno del también fugitivo Rafael Correa, regresó de una breve estancia en la república africana de Ghana. Pero a diferencia de Glas o Pareja, Alvarado fue tratado con ciertos privilegios desde el principio. El exministro no fue a prisión preventiva, sino que recibió un grillete electrónico que poco después tiró a una quebrada antes de escapar sin mayores dificultades. Tal vez volvió tentado por las mismas promesas, pero después desconfió y huyó.
Todo indica que Jorge Glas fue traicionado por los que hacen escándalo en su nombre. ¿Para desviar la atención? ¿Y proteger a quién?
El último recurso de Glas será espabilarse, buscar otra defensa y colaborar con la justicia. (O)
