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El Telégrafo

Traición a la fe pública y ciudadana

03 de agosto de 2012 - 00:00

Es indignante. Y hasta repugnante. Y por supuesto inconcebible que organizaciones políticas hayan presentado firmas falsas. Es, no cabe duda, un acto no solo reprochable, sino absolutamente condenable. Es una traición a la fe pública, un acto doloso, una actitud que revela la condición de ser de estas agrupaciones políticas. No tienen escrúpulos para, a conciencia, traicionar la confianza de los ciudadanos.

La construcción de un nuevo país implica, necesariamente, un cambio de actitud. Pero también implica asumir un alto grado de responsabilidad en todos los actos, no solo públicos sino también privados, en los que debe primar el bien común por sobre los intereses de grupo o individuales.

La construcción de una nueva democracia implica consolidar en todos los actos políticos una nueva ética, un actuar con decencia y honestidad. Por tanto, jamás se puede traicionar la confianza no solo de sus electores sino de todos los ciudadanos. La democracia, sabemos, no se consolida solo con el voto en las urnas, se la hace día a día. La acción política se la gesta en función de los intereses nacionales y no de las ambiciones personales.

Los ciudadanos debemos rechazar a estas agrupaciones y a estos dirigentes sin escrúpulos, a quienes no les importa hacer trampa con tal de inscribir su movimiento para, en ese ejercicio político, mantener sus privilegios o lograr prebendas. La oposición política es fundamental para la convivencia democrática, pero tiene que ser una oposición firme y crítica, honesta y decente, que opere en el campo del respeto a la ley y no del engaño y el dolo. 

Pero lo peor de todo es que, además, ahora acusan al Consejo Nacional Electoral. El colmo. Yo falsifico las firmas, presento documentos forjados y el culpable es el CNE, por no verificar. De locos.

Es lamentable que la nueva generación de políticos y aquellos que han militado en agrupaciones de izquierda actúen de la misma manera que los viejos dirigentes de la vieja clase política. Por ello, la Fiscalía y los jueces deben determinar y sancionar a los culpables de modo ejemplar.

Y el CNE debe eliminar del registro a todos los movimientos, sin excepción, que hayan cometido estos delitos. Solo así lograremos dejar atrás, ojalá de modo definitivo, a esa acción dolosa de una clase política que se niega a cambiar y que es capaz de lo que sea para hacer oposición al Gobierno. 

Solo limpiando de raíz a los corruptos y deshonestos lograremos construir el nuevo país. Y solo así conseguiremos consolidar una nueva democracia plural, transparente y que beneficie a todos y todas.

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