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El Telégrafo
Jaime Barba

Touché

14 de febrero de 2019 - 00:00

La inobjetable victoria electoral de Nayib Bukele, el 3 de febrero, no fue una sorpresa en El Salvador. Lo anunciaron, con meses de antelación, más de diez sondeos de opinión.

Bukele (cuyo padre, de origen palestino, fue presidente de la Asociación Islámica Árabe Salvadoreña), primero fue alcalde de Nuevo Cuscatlán y luego de San Salvador hasta abril de 2018. Todo bajo la bandera del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Parecía tener el respaldo de un sector de la cúpula partidaria, pero fue expulsado del FMLN en octubre de 2017, acusado de violar los principios partidarios.

De ahí en adelante, Bukele se embarcó en la conformación de un movimiento político paraelectoral denominado Nuevas Ideas, cuyo objetivo explícito declarado era alcanzar la presidencia de la república en las elecciones del 3 de febrero de 2019.

En El Salvador, para ser elegido presidente hay que estar inscrito en un partido político. Bukele y sus seguidores emprendieron ese camino. Pero encontraron obstáculos insalvables. El Tribunal Supremo Electoral le dio largas. Nuevas Ideas cumplió con todos los requisitos. Todo indicaba que se quedaba fuera.

Mientras tanto las encuestas lo colocaban arriba de su principal rival, que llevaba más de un año en campaña no declarada, y que el partido Alianza Republicana Nacionalista (Arena), respaldaba para mostrar una cara y un discurso nuevos, en su tercer intento, desde 2009, por retomar la presidencia de la república. También los sondeos mostraban que el FMLN se había desplomado.

¿Fue solo la habilidad publicitaria del manejo de su imagen y el empleo a fondo de las redes sociales lo que permitió el ascenso meteórico de Bukele? Desde luego que no. El escenario propicio para que Bukele se convirtiese en receptor de la aquiescencia ciudadana lo facilitó el deterioro del sistema político vigente.

El punto sin retorno se produjo en 2017 cuando comenzó el proceso contra el expresidente Saca (del partido Arena) por actos de corrupción y culminó con su confesión en sede judicial en 2018. Aquí algo se rompió en el sistema político.

Bukele y su movimiento político, ahora partido político, le hicieron un auténtico touché a la política tradicional. (O)

* Tomado de página 12

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