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El Telégrafo
Rodolfo Bueno

Todos somos Palestina

18 de agosto de 2014 - 00:00

Como introducción al problema judío-palestino basta saber que hebreo es un pueblo, judaísmo una religión, Israel un país y sionismo una ideología muy semejante a la nazi, aunque coloquialmente estos términos se reduzcan al de judío. Vale la pena notar que el 90% de los ciudadanos de Israel no son hebreos sino que descienden de los Khazaros, un pueblo del Asia Central que se convirtió al judaísmo en el siglo VII; ellos impusieron en Israel el sionismo como ideología de Estado.

Palestinos y ucranianos, verdaderos dueños de sus tierras ancestrales, son sometidos a una cruenta limpieza étnica para arrebatárselas, igual se pretende eliminarles su cultura e historia. Los sionistas de Israel y los nazis de Kiev actúan criminalmente en Palestina y en el sureste de Ucrania, porque mientras que para todas las culturas basadas en las religiones monoteístas, incluida la judía, la totalidad de los seres humanos somos iguales ante Dios, los sionistas y los nazis consideran que la vida de cualquier ser diferente a ellos vale un comino. Este extraño paralelismo entre ambos genocidios se da porque los dos regímenes tienen en común la misma ideología, pues sionismo y nazismo son casi la misma cara de una misma moneda.  

Vladímir Jabotinsky, ideólogo y líder del sionismo, militar y fundador de la legión judía, lo explica mejor que nadie. Según él, es imposible transformar pacíficamente a Palestina de árabe en judía, pues nunca la colonización de un país se da de acuerdo con la población nativa, que siempre luchará obstinadamente en contra del colonizador. Todo pueblo considera a su país como su hogar nacional, del que debe ser su dueño absoluto y nunca aceptará voluntariamente a otro dueño. Los palestinos miran a Palestina con el mismo amor instintivo y el auténtico fervor con que el azteca miraba a México o el indio sioux a su pradera.

Los palestinos lucharán contra el colonizador mientras tengan un destello de esperanza de que pueden evitar la conquista y la colonización. Tal es la naturaleza de las cosas, es imposible cambiarla. Nuestra colonización debe desarrollarse desafiando la voluntad de la población nativa y puede continuar solo bajo el escudo de la fuerza. Esa es nuestra ética, no hay otra.

Mientras los palestinos tengan la mínima esperanza, no venderán esa esperanza por ningún bocado apetitoso, porque no nos tenemos que ver con una chusma sino con un pueblo vivo y ningún pueblo hace concesiones tan enormes sobre cuestiones tan decisivas, salvo si no le queda ninguna esperanza, concluye Jabotinsky.

A confesión de parte...  

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