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El Telégrafo
Sybel Martínez

En tiempos antiguos y bárbaros

21 de junio de 2019 - 00:00

Hubo tiempos antiguos y bárbaros, en que los hombres gozaban de más derechos que las mujeres. Los blancos tenían más privilegios que los negros, los ricos más dignidad que los pobres, los justos más derechos que los pecadores. Lo propio con fieles e infieles.

En aquellos tiempos, a los homosexuales se los quemaba vivos en la plaza pública, como se hacía con los herejes o las brujas. Y aunque con el paso del tiempo ya no se los incineraba, sí se los apresaba por ser sexualmente diversos. Invocando muchas veces a la autoridad divina, se impuso sin piedad y se justificó, por siglos, la violación de la igual dignidad que todos los seres humanos tenemos, convirtiendo así las diferencias en desigualdades.

Aún hay personas que siguen viviendo en tiempos antiguos y bárbaros. Son los que creen tener influencia sobre las conciencias y los derechos de los demás. Y en este afán se echan a la calle para protestar, por ejemplo, porque los homosexuales no pueden tener los mismos derechos que los heterosexuales. Aduciendo que su búsqueda por la igualdad atenta contra el “diseño original” de la familia.  

Para justificar este retardatario pensamiento se valen de la moralidad religiosa cuyo eje central es el amor -siempre y cuando se pueda procrear-. Así, lo que en realidad nunca puede fallar en las familias tradicionales es la posibilidad de procrear, por más que falte el amor, por más que no se quieran o a duras penas se soporten.

Solo así se puede entender que habiendo personas del mismo sexo que se aman, aunque no puedan procrear entre sí, no pueden tener los mismos derechos que tienen los que desde la diferencia sexual también lo hacen.

Claro que cada uno es libre para defender toda idea que le dicte su conciencia, su confesor o su catequista. Pero jamás una idea puede ser más importante que una persona. Y menos aún esa idea (por divina que sea) puede humillar, discriminar o excluir a millones de seres humanos que, amándose profundamente, no calzan dentro del “diseño original”. (O)

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