El final de época en términos políticos al que asiste el mundo es de tal magnitud, que hasta Estados Unidos perdió el poder de otrora para impulsar con éxito un golpe de Estado, tal como quedó de manifiesto en días pasados en Venezuela. Y es que la calidad de los actores ya no llega al nivel de Ronald Reagan (1981-1989), por citar a un actor.
En medio de tamaño y sangriento blooper, Donald Trump acaba de premiar a su par brasileño, Jair Bolsonaro. El jefe de la Casa Blanca informó al Congreso que el gigante sudamericano se convertirá en un aliado militar extra OTAN. Justo cuando el exmilitar presidente de Brasil autorizó vía decreto el uso de armas de fuego a buena parte de la sociedad, una de sus principales promesas de campaña.
De esa manera, desde un productor rural hasta un periodista que cubre policiales, pasando por un político en funciones, pueden utilizar armas de fuego y comprar hasta 5 mil municiones. En Brasil, la política o está en prisión o desaparecida. Y como en el resto de la región, no hay habeas corpus que logre dar con su paradero.
Tal vez eso permita entender por qué Bolsonaro hace algo de lo que prometió en campaña. ¿La gestión de gobierno? Se la cedió a su ministro de Hacienda, Paulo Guedes, mientras el comandante de las FF.AA. se dedica a combatir la homosexualidad y recorrer el incendio con un bidón de gasolina. No se puede obviar que entre 1997 y 2016, 425 mil brasileños perdieron la vida por armas de fuego. Pero el mandatario brasileño es militar, de la misma forma que Romario (“O Baixinho”) es senador.
Es de esperar que si la carrera política del exfutbolista prospera, firme un decreto para repartir balones en lugar de armas. Siempre será más benigno seguir el ejemplo de talentos como Neymar, que el de diputados armados. Y es que por lo visto en los últimos años en Brasil, sería como confiarle las grandes decisiones a “Zé Pequeno”, aquel carismático y sangriento personaje de Cidade de Deus.
Con un bajo crecimiento económico en 2018, Guedes carga sobre sus espaldas la necesidad de recuperar al gigante regional y sacar adelante, lo que todos los gobiernos desde 1990 vienen prometiendo en vano: la Reforma Previsional. Todo mientras la imagen del presidente comienza a desteñir en las encuestas y en los arsenales arrancan con la búsqueda de personal para cumplir con las órdenes de esta copia subdesarrollada de Arnold Schwarzenegger, que interpreta Bolsonaro, en el papel más importante de su vida. (O)
