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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

Técnicas de un golpe de Estado

08 de julio de 2015 - 00:00

“Oye, carnal, la embarraste”, se dice que le reprocharon a Curzio Malaparte. Acababa de publicar su libro con un título empalagoso para aquellos que se pasan por el forro los códigos de hierro de la democracia: Técnica del colpo di Stato. Comenzó por dar el ejemplo, de Kurt Erich Suckert pasó a llamarse C. Malaparte, una modificación algo brusca del estatus de identidad: ‘mal lugar’, eso significa su apellido. No culpen a Curzio, él puso por escrito aquello que ya se sabía desde las repúblicas romanas para tumbar un gobierno: su operatividad, no es cosa de políticos, sino de unos cuantos técnicos decididos, cientos o miles, según necesidad y distancias a las fronteras de escape del correteado.

El librito es leído, sobajeado y repasado cada triquitraque por quienes son notificados que sus eternas exclusividades (económicas, sociales, etc.) tienen fecha de caducidad. O porque quieren saber cómo se ve ‘este’ país (peso despectivo del pronombre) por las ventanas de una casa de Gobierno, o porque alguna embajada los santifica con melosos elogios en inglés y ellos se creen la quimera, o porque las familias de ‘bien’ están incómodas con el gobernante y su tango de barriobajero. Es el estilo de la faramalla reaccionaria. Antes el cansino pretexto manifestado a la nación era el ‘fantasma del comunismo’, después buscaron complicidad en la lírica pomposa de la nada y ahora son las ‘dictaduras’ progresistas. Aquellos que llevan contabilidad dicen que en América Latina ocurrieron más de 290 golpes de Estado, solo en el siglo XX. El medallón de oro se queda con Bolivia y nuestro país tiene un logrado quinto lugar.

Este jazzman es del barrio y se le nota. El barrio no es solo geografía urbana, más que eso, es pusandao cultural: se cocina, se degusta y satisface el intelecto colectivo. El barrio escucha y comenta: “que si se cae Correa”, “que ya lo tumban”, “que ya no llega al ‘17’”. Y uno a repetir la frase de otro lado: “El man no se cae ni de la cama”. El barrio se remite a las palabras del Ministro y a las marchas opositoras por llegar a la Plaza Grande, la gente se pone socrática y tal. Bueno, ocurre el scracht, este escribidor proyecta la mente a las lecturas olvidadas de Curzio, lee con más atención a Gene Sharp, tira memoria a las ‘revoluciones’ de colores y no olvida las matrices comunicacionales de destrucción masiva. Y ya.

Contrabando leninista en esta jam-session: la conducción política de la Revolución Ciudadana sabe que no habrá diálogo con cierta parte de la oposición y con sus afines discutirá estrategias de resistencia; el diálogo es con esa masa difusa que la aplaude y critica, por ahora mira con atención y escucha. Ese es el territorio mental y sentimental en disputa. Amén.

Curzio tiene razón, el golpe de Estado es una acción técnica resultado de unas maduradas condiciones objetivas, pero su resultado es decisión política del pueblo (o de las masas movilizadas) a favor del golpeado o del golpeador. (O)

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