Este 23 de enero falleció en Quito, el gran violinista japonés Tadashi Maeda.
Tadashi nació en Osaka el 7 de abril de 1972. Cuando apenas tenía 5 años, descubrió los susurros del violín, su corazón y su talento se fusionaron con este pequeño instrumento, largas horas al día las dedicaba a tocarlo, las notas poco a poco fueron adquiriendo su propia identidad. Tadashi, durante 13 años apostó por la música clásica. Su búsqueda urgente de nuevos lenguajes lo llevó a Indiana, Estados Unidos, a estudiar composición. Trabajó en Suecia. Su amor por la música y el dominio del violín, lo transformaron en un maestro de la música.
En 1998 llegó a nuestro país y fue maestro de la Orquesta Sinfónica Juvenil, estuvo en Cuenca y en Guayaquil en varios proyectos. Ante sus ojos se develó una cultura diferente, en la que fue recibido con los brazos abiertos; su calidez combinada con el arte de sus dedos dibujando melodías, dejaron improntas en el corazón del público, abrió telones, recibió aplausos de pie, que fueron las raíces de esta tierra, que fue suya también.
Se dedicó a la composición y grabó su primer disco, “Identidades”.
Contrajo matrimonio con la pianista Chinatsu Maeda, tuvieron dos hijos Mina y Bungo. Volvieron a Japón, pero el Ecuador ya corría por sus venas y regresaron.
Aprendió a hablar un castellano casi perfecto, disfrutaba de la cocina ecuatoriana, jugando con especies e ingredientes.
Desplegó sus alas y formó un sexteto, presentó inolvidables conciertos con música inédita. Dio un color intenso a los pasillos que salían de sus cuerdas, alcanzando dimensiones maravillosas: El Aguacate, Pasional…
Fue director musical de la Fundación Teatro Nacional Sucre, cosechó tanto y tanto…Con la maestra Chía Patiño compartieron muchas propuestas creativas en ese espacio, al igual que en el Centro Cultural Mama Cuchara.
Cuando interpretaba a Bach salían pájaros de sus manos…las cuerdas eran la savia nueva de su alma. Piazzola florecía en sus notas.
Tadashi, tu violín seguirá vibrando en nuestra memoria, hoy que te has convertido en un colibrí azul, déjanos un pedazo de tu vuelo…
Hasta siempre maestro.
