Cuanto más conozco a la gente, más me decepciono, y el tiempo confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia de las personas que dicen ser cristianas.
La aseveración ‘soy cristiano’ tiene varias lecturas cuando se expresa con tanta vehemencia. Probablemente, es una manera de confesar una fe de la que se duda o que no se vive. Pero esta expresión que antecede a cualquier presentación, es utilizada muchas veces para dar énfasis a determinados condicionamientos con los que se procura convencer a otros de cualidades que no se tienen, o de actos que hay que presumir como buenos en función del individuo que los realiza y que no deben ser cuestionados.
Ser orgullosos y adoptar una actitud prejuiciosa no se traduce más que en una posición ridícula, llena de falsedad e hipocresía.
La proclividad a emplear la frase ‘soy cristiano’, además de reflejar la inmadurez cristiana de quien abusa de ella, es una forma absurda de actuar, porque denota que no hay una real conversión que lleve a otros a creer en lo que se afirma con tanta insistencia. El ‘soy cristiano’ es un grito desesperado de mucha gente que, siendo inconsistente en su vida, no pone en práctica la moral cristiana ni la humildad, y no vive la línea evangélica de hacer lo que se predica.
De nada sirve vivir la vida y relacionarse unos con otros influenciados por los ideales y bajo la sombra de los demás por temor a no coincidir con sus percepciones. Al contrario, es tiempo de afirmar el gran sentido de ser uno mismo y actuar impulsado por lo que te dicten tus creencias, valores y sentimientos cristianos.
Las apariencias son una pantomima que, bajo un marco de irresponsabilidad, cuaja en espacios sombríos que reducen a niveles muy bajos aquello en que decimos creer. Jesús no quiere afirmaciones vagas, quiere un compromiso serio, capaz de modelar nuevamente lo que está torcido e iluminar con luces destellantes donde nunca hubo luz. De modo que expresar por expresar ‘soy cristiano’ equivale a nada, si no se vive de acuerdo a las enseñanzas de Jesús, que se resumen en prodigar amor sin medir consecuencias y sin esperar nada a cambio.
Así como me atrevo arremeter contra todos aquellos que cada día hacen de sus vidas un acto egoísta, viciado de conductas orgullosas y decisiones definidas por el prejuicio; de igual forma debo felicitar, enaltecer y alentar a quienes sirven de ejemplo en su paso por este mundo y van de la mano con la objetividad, la honestidad y el respeto a los demás, siguiendo el ejemplo de Jesús.
Para ser cristiano no hace falta vanagloriarse entre los humos del orgullo, ya que del amor de Cristo brota la sencillez de la verdad.
Con estas palabras exhorto a todos los cristianos a que, en este tiempo de adviento, pensemos si todavía nos atrevemos a seguir interpretando el frívolo personaje que presume y fanfarronea de ser cristiano sin serlo, por falta de convicción y concreción.
