Aunque haya estudios que demuestren que la criminalidad no se reduce en un Estado con libre porte de armas, la realidad también es que dicha criminalidad tampoco disminuye en uno que prohíba su uso.
Tanto las palabras, las drogas, como las armas tienen neutralidad, son inocuas en sí, los que no la tienen somos los seres humanos.
Las sociedades con uso legal de armas no son las más violentas del mundo, pero las más avanzadas, Suecia y Suiza, por ejemplo, son las más armadas. En los países que sí son mayormente violentos, el porte de armas per cápita es menor.
Si en Ecuador se admite la tenencia, las leyes y los protocolos policiales tendrían que cambiar. En vista que los civiles estarían armados, la Policía que debería estar cualitativamente mejor preparada, tendría libre potestad de disparar primero. Entre otras cosas, es toda una reestructuración para lo cual no tenemos a las personas capaces para construirla, y si las hubiere, son a las que menos se las toma en cuenta en nuestra sociedad.
Pero los malos siempre tienen libre acceso a las armas; y ya conocemos que malos elementos de policías y militares les proveen.
Datos científicos de otras sociedades muestran que no hay reducción de crímenes por existir el libre uso de armas, pero esa no es la discusión real, sino que los civiles puedan protegerse. Con armas o no, la barbarie (como en Posorja) ocurrirá de todas maneras ante la ausencia o insuficiente institucionalidad. Se trata de democratizar el uso y que no sea uno exclusivo de los delincuentes.
Las alternativas contra la delincuencia, sicariato, secuestro, etc., son un fracaso. No basta la vigilancia, por un lado, están patrullando y a la vuelta están asaltando. La Policía, como contención, no es suficiente cuando la marea café del crimen se está rebosando. No hay soluciones inmediatas, los criminales se están llevando en peso a la pobre clase media.
La sociedad civil es indefensa y Estado e instituciones han demostrado su ineptitud y hasta complicidad ante este problema. (O)
