En Caracas acaba de tener lugar el Foro Continental de las organizaciones populares y de los partidos y movimientos de izquierda para compartir su resistencia al sistema neoliberal y profundizar experiencias alternativas de izquierda. Confirma que el futuro pasa por el socialismo latinoamericano del siglo 21, desde el protagonismo de las organizaciones populares.
Varios gobiernos latinoamericanos buscan apuntar hacia esta meta, siguiendo el ejemplo cubano. Tal vez sea en Venezuela donde la caminata es la más avanzada. Las organizaciones sociales han encontrado en el presidente Hugo Chávez su mayor aliado para alcanzar espacios de expresión, participación y bienestar. En Ecuador fue la intuición del presidente Rafael Correa, pero no parte de las bases.
En Brasil, desde años, el Movimiento de los Sin Tierra ha levantado su bandera de lucha y ha llevado al presidente Lula da Silva al Gobierno. La experiencia demuestra que es difícil lograr un cambio del sistema neoliberal que no acepta desaparecer de la escena nacional. Es en Paraguay donde la izquierda es la más exitosa por su trabajo incansable desde varias décadas.
En Bolivia, la tarea es asumida por los indígenas que tienen dificultades para teñir de andino un socialismo nacido en Europa. En Perú, las organizaciones populares ponen al presidente indígena entre la espada y la pared porque busca fortalecer el crecimiento económico destruyendo el medio ambiente.
En América Central los gobiernos nacidos de las guerrillas izquierdistas del siglo pasado penan en abrirse paso en la selva de las intervenciones norteamericanas. El ejemplo más claro y doloroso lo vive Honduras, con el golpe parlamentario pintado de falsa legalidad.
Frente a este nuevo panorama continental, el león imperialista no se duerme: acaba de dar un nuevo golpe en el Paraguay y sus garras están buscando nuevas presas.
En 1972, cuando los chilenos habían elegido al presidente socialista Salvador Allende, se reunían en Santiago los “Cristianos para el Socialismo”, incluyendo sacerdotes y obispos. Confirmaban que el socialismo era el camino a seguir para salir del empobrecimiento masivo, injusto y anticristiano.
En las últimas décadas los cristianos han estado presentes en todas las luchas populares e indígenas para un futuro mejor. Continúan activos cono semilla y fermento del Reino, buscando cumplir lo que postulaba el Concilio Vaticano 2º: “La Iglesia (…) se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”.
