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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Señales de poder: Correa y las Fuerzas Armadas

02 de septiembre de 2016 - 00:00

Hay un discurso medio paranoico, medio conspirativo, que se está formando desde la oposición, sobre la pugna política entre el Ejecutivo y las Fuerzas Armadas. Uno que critica la posición del Presidente sobre su rol frente a las Fuerzas Armadas, sobre su rol como “máxima autoridad de las Fuerzas Armadas”. Es un discurso que se ha construido desde mucho antes, y que es parte de ese imaginario colectivo donde las Fuerzas Armadas son defensoras de los principios democráticos, un voto dirimente necesario dentro de nuestra frágil estabilidad institucional. Este imaginario es alimentado por los mecanismos a través de los cuales se configuró el poder político en nuestro país, y las diferentes aristas de independencia que tienen las Fuerzas Armadas frente a este Estado. Por algún motivo todavía creemos en las Fuerzas Armadas como una institución independiente del poder civil, y a la par del poder civil.

O a lo mejor hay una intención por ver todo aquello que emana del Ejecutivo bajo el mismo lente visceral. O lo mejor, utilizando la misma lógica conspirativa y paranoica de la oposición, una manera de utilizar la experiencia que nos ha dejado nuestra historia cuando las Fuerzas Armadas no respaldan al régimen.

Dentro de la formación del Estado es necesaria la existencia de un mando civil que esté por encima del mando militar. No solo nominal, sino efectivamente en cuanto a la jerarquía y la cadena de mando. Y los límites que tienen aquellos que están debajo del mando civil, es decir, los límites que tiene todo el cuerpo militar frente a ese mando civil. No podemos olvidar que la composición del mando militar es esencialmente antidemocrática (es decir, no representa la voluntad de nadie más que la cúpula misma) y, por lo tanto, es necesaria la figura civil, democráticamente electa, que sancione, que impugne y que establezca sus límites institucionales.

He mencionado antes que uno debe tener una sana desconfianza de los políticos, incluso aquellos que creemos que nos representan. Pero si no confío en la élite política, confío menos en la élite militar. Al final del día, para cambiar a un político, solo necesito de mi voto, para cambiar una estructura militar se necesita mayor arsenal. Es precisamente por su monopolio sobre los medios por los cuales se ejerce la violencia que la contención que emana desde las Fuerzas Armadas no es una contención de un poder que responde a ciertas preferencias políticas, sino una amenaza implícita de quien tiene los medios para imponer su autoridad a la fuerza. Peor aún, en nuestra historia, es una amenaza implícita de una institución que ha utilizado esos medios para imponer su autoridad. Así esa autoridad haya decantado en una dictadura, o en la continuación del proceso democrático a través del vicepresidente (o el presidente del Congreso).

Entonces, no son válidas las comparaciones entre la concentración de los diferentes poderes del Estado en las manos del Ejecutivo y su ‘afán’ por posicionarse encima de las Fuerzas Armadas. No se puede decir que está tratando de tomar poder sobre algo que constitucionalmente está bajo su poder. Cuando Martín Pallares escribe que “Correa pretende ser Jefe del Comando Conjunto”, no entiende que Correa, como presidente, ES el jefe del Comando Conjunto. No por ser “el militar de más alto rango”, sino por ser la autoridad civil de más alto rango. No es un capricho esta muestra de fuerzas. Es una señal a las Fuerzas Armadas para que entiendan cuál es su posición frente al poder civil. (O)

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