Otra vez de regreso a clases, el año escolar en la Sierra ecuatoriana inicia de forma virtual.

Es la realidad actual, llevamos cinco meses de aislamiento obligado y reclusión parcial para evitar los contagios de COVID-19 masivos y sin control y los más de dos millones de alumnos ecuatorianos deberán continuar en clases telemáticas.

Época de inicio de clases diferentes, aulas, patios y canchas deportivas vacías, calles y centros comerciales abandonados por la falta de concurrencia de padres de familia deseosos por adquirir los útiles escolares e incertidumbre entre papás y alumnos por un futuro incierto, todos se pregunta cuándo volver a las actividades normales y respuestas, no las hay.

Ya lo dice el refrán: “no hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista”, vivimos una pandemia que afecta a todas las familias ecuatorianas sin distingo de niveles socio económicos, ni de región geográfica, pero también es cierto que somos testigos de cómo ciudades que conocieron el peor desastre, hoy están floreciendo otra vez, hay esperanza y no es momento de ceder.

Es indiscutible que los alumnos y los profesores no pueden arriesgar su salud y bienestar, ni habrá padres de familia que quieran poner en riesgo a sus hijos, por lo que las clases virtuales son la herramienta que la sociedad tiene a su alcance para avanzar en la educación de los jóvenes, es un buen momento para diseñar las mallas curriculares de las escuelas y colegios para que se incluyan solamente las materias básicas para aportar al crecimiento intelectual con miras al futuro de los alumnos y descartar aquellas que por ahora no aportan a la realidad en la que vivimos.

Además, es fundamental que los medios públicos, televisoras y radios, replanteen su programación de tal manera que, desde sus estaciones se imparta educación para los jóvenes que no pueden acceder con una computadora al internet y transmitir programas educativos dirigidos a la familia en general y a la juventud en particular. (O)