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El Telégrafo
Maximiliano Pedranzini. Ensayista argentino

Reflexiones sobre la memoria política

03 de enero de 2016 - 00:00

Sobre la memoria

¿Qué podemos lamentar del tiempo político que vivimos? Tantas cosas que no alcanzan los ánimos para ordenarlas y clasificarlas porque tienden a ser inclasificables. Quizá lo que apena es saber a conciencia que, desde que esta nación es nación, nos ha costado confraternizarnos con las causas que afectan a nuestro pueblo. Lo que declamamos en nombre de esas causas es tan solo historiografía y ficciones literarias. Tal vez nos falta aprender más de nuestros hermanos latinoamericanos y más aún de nuestro propio pasado. Somos un país desmemoriado y cuando no hay memoria de lo que fuimos ayer, es complicado recrear el tiempo de lo que pretendemos ser a partir de ahora. En nuestra historia circular los que pierden siempre terminan siendo los mismos.

Sobre la conciencia

No se puede moralizar la conciencia. No existe conciencia buena o mala, existe solo conciencia, y cada uno elige impulsado por intereses y factores que construyen y determinan las decisiones tanto individuales como colectivas. La conciencia que representa intereses más nobles o cercanos a las necesidades de las grandes mayorías constituye una ‘conciencia positiva’. En cambio, las decisiones que son encarnadas por una minoría privilegiada buscan favorecer sus intereses como clase dominante o están alienadas por la pulsión del ‘medio pelo’ -parafraseando al escritor argentino Arturo Jauretche-, es decir, de querer ser o pertenecer a un sector social que jamás se va a pertenecer, expresa la ‘conciencia negativa’, pero conciencia al fin. Por ejemplo, el apoyo a candidatos liberales o fascistas con los cuales ciertos sectores se sienten identificados social, política o ideológicamente, o que representan mejor sus intereses o el que quisieran ostentar, y se ven mejor reflejados en ese falso espejo (“falsa conciencia”, diría Karl Marx) de sacrificio y competencia individuales que propone el liberalismo aggiornado de esta época.  También es conciencia: la conciencia de clase en sí. No creo que una parte de la ciudadanía de nuestro continente actúe bajo amenaza o sea zonza, por el contrario, esos ciudadanos representan la perversidad subrepticia del individualismo, la superioridad de clase y la sujeción del conjunto que no puede ser igual ni tener los mismos derechos sociales que el de los privilegiados, o aquellos que no los son objetivamente, pero quieren llegar a serlo, porque ese sueño les ofrece la derecha neoliberal detrás del eslogan “igualdad de oportunidades”, que en realidad quiere decir “igualdad de privilegios”. Este es el sentido social del egoísmo. Ergo, todo esto es conciencia.

La esperanza como reflexión

“Combatimos el sistema y no una de sus variantes”, decía hace 50 años el pensador argentino John William Cooke. Cuando comprendamos en serio esta frase, el engendro del neoliberalismo no se repite nunca más en nuestra región.  (O)

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