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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Reelección, alternabilidad y meritocracia (5)

02 de agosto de 2014 - 00:00

Un tema complementario y mucho más importante que la conveniencia de la reelección o la alternabilidad es el de las cualidades que debe tener un candidato o Presidente de la República y, sin embargo, no ha sido discutido lo suficiente en la historia nacional. Es válido que un candidato y un programa político exprese o realice lo contrario a lo que señala la Constitución vigente sin que esta haya sido modificada previamente. Considero que constituyen violaciones a la Constitución y que son toleradas impunemente.

En nuestras Constituciones hemos dado importancia tan solo a la edad. El aumentar o reducir la edad no garantiza absolutamente nada para el buen ejercicio de la  política, es un mecanismo con dedicatoria para ampliar o reducir el ejercicio del poder a determinadas personas.

Francis Bacon decía que “no hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente”. El astuto es “sagaz para darse cuenta de lo que le conviene. Ladino, listo, vivo. Que no se deja engañar. Hábil para lograr lo que quiere con engaños y ardides”. (María Moliner). Pareciera que existen demasiadas de estas personas en la política. Creo que el problema es otro, los astutos tienen una inteligencia torcida, desviada hacia el beneficio personal. Cualquier persona puede ser astuta.

Ser muy inteligente es muy bueno, pero no es suficiente si no se encuentra acompañado de conocimientos. Incluso siguen siendo incompletos al no estar acompañados de valores éticos, morales y más cualidades superiores. La inteligencia, sin principios, sin ideales, es como la mitad de la tijera: hiere, pero no corta, no es un instrumento adecuado.

Warren Buffet el mayor sabio de la inversión, dice que “cuando se busca personal se observan tres cualidades: integridad, inteligencia y energía. Pero la más importante es la integridad, porque sin ella las otras dos cualidades, la inteligencia y la energía te comerán”. Sin la integridad las personas actúan en beneficio propio, esto es muy importante en la administración de los bienes públicos. El amor es una cualidad al alcance de los seres humanos. El amor nos inclina hacia un ser o un objeto reconocido o sentido como bueno. El verdadero amor nos inclina hacia otra persona, hacia los demás, que hacia uno mismo. La madre Teresa de Calcuta decía: “Hay que amar y amar hasta que nos duela; y si más nos duele, hay que amar más”. El gran pensador argentino Aníbal Ponce expresaba: “El intelectual más cargado de ideas debe ser como el árbol cargado de frutos que se inclina hacia abajo, hacia el pueblo y se da. Cuando solo posee ideas se eleva a los cielos y se aísla. Hay que saber cumplir nuestros deberes, dándonos a los demás”.

La principal cualidad de un gobernante, líder, funcionario, empleado público y de un político debe ser: servir y amar incondicionalmente a los demás. Lo convierte en un servidor público sin pensar en el beneficio propio. Hay que servir a todos en beneficio de todos. Y si existe un privilegiado, de acuerdo a José Gervasio Artigas, “deben ser los más pobres, los más miserables”.

La única competencia válida es quién ama más, quién sirve a más y no quién es más ególatra y quién roba más, que se convierten en amorales, en negación de la política y del servicio público.

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