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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

Reaparecen los mercaderes de la política

09 de enero de 2016 - 00:00

Entramos a un agitado y convulso período, esencialmente político, año preelectoral y estando a un mes de plazo para que el Consejo Nacional Electoral informe del calendario, incluidos la convocatoria al proceso, la fecha de inscripción de los partidos, el inicio de la campaña y otros datos para el lance presidencial de 2017, ya comenzaron las movilizaciones y ajetreos de los mercaderes de la política, anunciando ficticias asambleas, presuntos pactos de unidad y la exhibición de candidatos fantoches, siempre con el auxilio de la ‘prensa independiente’, que de no ser por su campaña cansina de apoyo, esas agrupaciones, con sus moribundos dirigentes, no se hubieran despertado de su merecido letargo.

En el transcurso de la historia republicana funcionaron partidos políticos con la guía de personajes que asumieron su rol: administrar el Estado con eficiencia y honradez para servir a la mayoría de los ecuatorianos; a diferencia de otros, que convirtieron la actividad política en un repugnante negocio y, para ello, se cobijaron en las agrupaciones partidarias que, en términos modernos, a esa lacra se la denomina partidocracia.

En la intención de ampliar y asegurar el negocio, invadieron ciertos colegios y universidades para acosar a los jóvenes desorientados y atraerlos con la oferta de dinero, fama y empleo. Los menos capaces se quedaron de serviles y los que fungieron de líderes se codean con los de arriba en busca de un mejor reparto en el negocio. Se vivió una larga época del chantaje, trifulca callejera, la disputa por la distribución del botín y otras exigencias planteadas en el diálogo entre los comerciantes de la política, de preferencia, periodistas que pugnan por ubicarse cerca de los grupos pudientes de los regímenes de turno. Allí funciona su libertad de expresión, para acomodarse con facilidad en el gobierno que da más a cambio del respaldo publicitario, alabanzas, críticas saludables y el silencio a las fechorías y atracos. No interesan principios éticos ni ser de la derecha, centroizquierda o neutros, sino negociar una importante retribución por servicios prestados.

Con el advenimiento de la Revolución Ciudadana y su líder Rafael Correa Delgado, comenzaron a desaparecer los mercaderes de la política; unos fugaron para disfrutar de sus utilidades y otros, disfrazados de redentores, insisten en recuperar privilegios, alentados por el todavía poder mediático, que en 2016 se convierte en asesor y ejecutor de la oposición, en el proceso preelectoral en marcha, con la intención, no oculta, de vencer al correísmo en el lance de 2017.

La agenda electoral de la oposición controlada y manejada por los medios privados se desarrolla con cautela sin precisar detalles, pero eso sí, en su contenido, poner fin al liderazgo de Correa. Exhiben candidatos de papel, sin presentar algún modelo propio para administrar el Estado, y más bien destacan las furibundas descargas contra el régimen del Buen Vivir.

La prensa ‘independiente’, como estrategia del negocio, azuza a la oposición a salir a las calles y a buscar la unidad de acción para derrumbar el liderazgo de Correa. Los periodistas de opinión ya están en el pugilato, mientras los mismos de siempre y agregados se movilizan por doquier para asegurar posiciones y entrar al negocio; en tanto Alianza PAIS exhibe su fortaleza: su gran obra social, la construcción de nuevos hospitales, más incentivos a la educación y salud, incremento de la inversión pública y, como dice el presidente Correa: “Ecuador es el único país petrolero que convierte riqueza y crecimiento en bienestar”. (O)

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