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El Telégrafo
Jorge Majfud

El racismo no necesita racistas

21 de noviembre de 2018 - 00:00

En mis clases siempre intento dejar claro qué es una opinión y qué un hecho. Comencé a obsesionarme con estas obviedades cuando en 2005 descubrí que algunos estudiantes argumentaban que algo “es verdad porque yo lo creo” y no lo decían en broma.

La semana pasada los estudiantes discutían sobre la caravana de centroamericanos que se dirige a la frontera de Estados Unidos. Como uno de ellos insistió en saber mi opinión, comencé por el lado más controvertido: este país, Estados Unidos, está fundado en el miedo de una invasión y solo unos pocos han sabido siempre cómo explotar esa debilidad, con consecuencias trágicas.

La idea de que unos pocos miles de pobres de a pie van a invadir el país más poderoso del mundo es simplemente una broma de mal gusto. Como de mal gusto es que algunos mexicanos del otro lado adopten este discurso xenófobo que ellos mismos sufren, consolidando la ley del gallinero.

En la conversación mencioné, al pasar, que aparte de la paranoia infundada había un componente racial en la discusión. “You don’t need to be a racist to defend the borders”, dijo un estudiante.

Cierto, observé. Uno no necesita ser racista para defender las fronteras o las leyes. En una lectura inicial, la frase es irrefutable. Sin embargo, si tomamos en consideración la historia y un contexto presente más amplio, enseguida salta un patrón racista.

La Estatua de la Libertad, donada por los franceses, todavía reza: “Dame los pobres del mundo, los desamparados…”. Así, Estados Unidos recibió en el pasado oleadas de inmigrantes pobres. Claro, pobres blancos en su abrumadora mayoría. Muchos resistieron a los italianos y a los irlandeses porque eran pelirrojos católicos.

Pero, en cualquier caso, eran mejor que los negros. Los negros no podían inmigrar de África, no solo porque estaban mucho más lejos que los europeos sino porque eran mucho más pobres y casi no había rutas marítimas que los conectara con Nueva York.

Es verdad, uno no necesita ser racista para apoyar las leyes y unas fronteras más seguras. Tampoco necesita ser racista para reproducir y consolidar un antiguo patrón racista y de clase, mientras nos llenamos la boca con eso de la compasión y la lucha por la libertad y la dignidad humana. (O)

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