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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Que hablen los donnadies

25 de febrero de 2019

Hace un sábado tuve la cordial invitación a participar en Veraz, programa de opinión y debate conducido por el afilado entrevistador Carlos Vera. Me apresuro en agradecer que me hayan convocado para lanzar un par de granitos de arena en este tema sobre “Machismo y violencia contra la mujer”, aunque mis argumentos se hayan perdido en el desierto de la experiencia.

Pero las opinocríticas no se hicieron esperar. Son como la flojera del pensamiento y las redes sociales, por otra parte, el servicio higiénico. Entre las primeras impresiones estuvieron: que al programa se invita a donnadies, el típico “¿quién es este para que lo invitasen?”. La misma pregunta para hacerse acá: ¿quién es este para tener el privilegio de escribir en un medio?

Cuestionamientos válidos, por un lado, pero por el otro explica que la condición para intervenir en discusiones de coyuntura o temas psico-socio-políticos, además de tener las agallas de asistir a un programa de aquel calibre, ¿es la de ser famosito y reconocido?

En nuestro país, nadie se hace conocido por una trayectoria académica o intelectual, sino por hacer farándula, militancia, vender new age o por padrinazgo. ¿Cuándo dejará de ser popular posicionarse a partir de nuestras relaciones interesadas con los otros?

Por eso nos clavan como candidatos políticos gente de televisión o amigos de los amigos, que se vean bonitos y digan lo que queremos escuchar. Lo peor de todo es que los votan.

Sabemos que por méritos acá se logra poco. Lo inteligente o lo elaborado tiene poca cabida o se aborrece el conocimiento y a los conocedores. Prima el ego de la opinión.

Aplaudo y felicito a la producción y dirección del programa, por arriesgarse a increpar y debatir lo urgente. Lo que merece total repulsión es la denigración constante a cualquiera en redes sociales… un acto de todos y de todas, el más democrático. Queda claro que es una acción completamente ignorante y no en un sentido peyorativo, sino en el de no saber el daño que se hace. (O)

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