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El Telégrafo
Carla Estefanía Pareja

¿Privilegios y empatía en la misma persona? Sí se puede

20 de agosto de 2021 - 00:00

Luego de lo que hemos visto en medios de comunicación estas últimas semanas, quiero darles mi visión personal de cómo se siente ser una minoría que cuenta con privilegios y una mayoría llena de vulneraciones, quiero contarles por qué me entristece inconmensurablemente la inequidad.

Hace algún tiempo, una compañera activista hizo una dinámica como parte de una capacitación a las personas voluntarias de la Fundación Rescate Animal Ecuador, a la que orgullosamente pertenezco hace más de 10 años; yo no lo sabía pero esa dinámica abriría aún más mis ojos a todas las injusticias y todos los privilegios que tenemos a pesar de las injusticias.

La dinámica consistía en que las personas participantes asumen roles y avanzan pasos hacia adelante en función de sus posibilidades y oportunidades en la vida. Se les da unos minutos para que construyan su personaje analizando lo siguiente de cada rol que han escogido al azar: ¿Cómo era tu niñez? ¿En qué tipo de casa viviste? ¿Qué clase de juegos jugaste? ¿Qué tipo de trabajo tenían tus padres? ¿Cómo es tu vida diaria? ¿Dónde socializas? ¿Qué haces por la mañana, por la tarde, por la noche? ¿Qué estilo de vida tienes? ¿Dónde vives? ¿Cuánto dinero ganas al mes? ¿Qué haces en tu tiempo libre? ¿Qué haces en tus vacaciones? ¿Qué te emociona y qué temes?

Ciertos roles o personajes eran como estos:
- Un cerdo dentro de una empresa productora masiva de alimentos.
- Una mujer indígena viviendo en zonas rurales desempleada.
- Un hombre negro sin trabajo, sin educación, con esposa e hijas/os.
- Un hombre blanco, heterosexual, nivel socioeconómico medio.
- Una mujer mestiza, heterosexual, nivel socioeconómico alto.
- Una madre soltera.
- Un hombre migrante.
- Una persona perteneciente a la población LGBTIQ+.
- Una mujer con movilidad reducida.
- Una perra/gata en situación de abandono.
- Una niña, niño o adolescente en el sistema nacional de adopciones.
- Una persona que consume cannabis.

Quienes participen deben permanecer en silencio absoluto formando una fila, una al lado de la otra. Luego se leerá una lista de situaciones o acontecimientos. Cada vez que puedan contestar “sí” a la situación, deberán dar un paso al frente. En caso contrario, deberán permanecer en el lugar dónde están.

Algunas de las situaciones mencionadas a participantes eran similares a estas:
- ¿Tienes garantía que saldrías viva si ocurriera un terremoto?
- Si te ofrecen un trabajo, ¿crees que podrías asistir y conseguirlo sin problemas?
- Tienes estabilidad financiera.
- Tienes una casa con línea telefónica y televisor.
- Sientes que tu opinión en asuntos sociales y políticos importan y tus puntos de vista son escuchados.
- No temes ser detenida por la policía.
- Sabes a dónde acudir para pedir consejo y ayuda cuando lo necesitas.
- No te sientes discriminada.
- Tienes protección social y médica adecuada a tus necesidades.
- Puedes irte de vacaciones una vez al año.
- Puedes invitar a tus amistades a cenar a tu casa.
- Tienes una vida interesante y eres positiva acerca de tu futuro.
- Sientes que puedes estudiar y puedes elegir tu profesión.
- Es poco probable que seas acosada o atacada en las calles, o en los medios.
- Tienes plena tranquilidad por el futuro de tus hijas/os.
- Puedes enamorarte de la persona de tu elección sin ser juzgada.
- Sientes que tus aptitudes son apreciadas y respetadas en la sociedad en la que vives.
- Puedes utilizar y beneficiarte de Internet.
- Vives sin miedo de las consecuencias del cambio climático.

Al final, se les invita a fijarse en sus posiciones finales y se pasa a la evaluación del por qué avanzaron o no.

He descrito toda la dinámica para que quienes no la conocían la puedan practicar con personas que conocen o que desconocen, para que nos acerquemos más a las realidades del resto.

A mí me tocó profundamente darme cuenta que el cerdo a pesar de ser un animal muy sociable y cariñoso por naturaleza, no tiene oportunidad de nada en esta vida. Que la gata y la perra probablemente serían abandonadas a su suerte si ocurre un desastre natural y me partió el corazón darme cuenta que la mujer con movilidad reducida tal vez viviría la misma suerte. Me indignó hasta las lágrimas sentir que una persona LGBTIQ+ jamás se sentiría 100% segura, que muchas veces no contará con trabajo, que será juzgada hasta el último día de su vida y que nunca se sentirá respetada en la sociedad. Duele reconocer que un hombre negro siempre va a temer a la policía, pase lo que pase, y que muchas veces será acosado y atacado en las calles. Que una mujer mestiza y de clase socioeconómica alta a pesar de sus muchos privilegios como irse de vacaciones, enamorarse, trabajar y poder estudiar, a pesar de ser parte de la mayoría de la población, siempre va a ser considerada menos, será víctima de violencia de género y sus conocimientos menospreciados. Que una persona migrante no se siente segura en ningún lugar. Y ni se diga de personas que tienen doble o triple vulneraciones, su vida se vuelve un laberinto del que nunca encuentran salida.

Soy una mujer mestiza bisexual que viene de una familia de nivel socioeconómico medio y que a pesar de haber estudiado en instituciones educativas particulares, si me ha faltado de comer es por mi desorganización pero nunca por falta de apoyo y siempre he tenido techo con gente que me quiere, que me impulsa a estudiar y mejorar. Con todos estos privilegios puedo decirles que he experimentado situaciones terribles. Vulneraciones a mi integridad en varias ocasiones por ser mujer. Segregación de amistades, familiar y laboral por ser abiertamente bisexual. Discriminación y violencia por ser gorda, y más. Sin embargo, a pesar de haber pasado por todo esto, una parte de mí no estaba sensibilizada con otras realidades.

No fui participante en la dinámica, fui mera espectadora. Me chocó tanto que ahora practico la empatía más que cualquier otra cualidad. Sin conocer las historias, sin conocer las situaciones particulares no podemos ni debemos sentenciar, mucho menos violentar.

Es por esto y más que me parte la injusticia de lo que ocurre en Afganistán, la desolación que debe sentir la gente en Haití, y tantas cosas que ocurren en el mundo. Lo que ocurre aquí mismo con animales silvestres y áreas protegidas, la invisibilización de la huelga de personas con discapacidad, las personas migrantes en situación de calle, el abandono del Estado en tantos temas (no importa en qué gobierno leas esto). A veces es simplemente demasiado.
No, el pobre no es pobre porque quiere. Las guerras no sirven. La muerte y la violencia no solucionan nada.

Lo que ha pasado y hemos visto en medios no son casos aislados, pasa a menudo en muchos países y aquí en Ecuador solo que lo desconocemos. Practiquemos la empatía. Ayudemos sin medida y sin pedir recompensa mientras podamos. No juzguemos. Mejoremos nuestro mundo y nuestro país.

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