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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

El privilegio de estar vivos

15 de abril de 2020 - 00:00

En situaciones tan críticas, y particularmente la de nuestro país, o nos volvemos cínicos o vivimos con vergüenza. Hoy avergüenza el privilegio de tener empleo y hacer teletrabajo, de tener casa y no tener que pagar arriendo a fin de mes, contar con algo de ahorros para comprar y comer en casa; es decir avergüenza tener una vida digna, poder hacer un confinamiento apropiado cuando sabemos que millones de ecuatorianos no pueden hacerlo porque carecen de todo lo que anotamos anteriormente: empleo, casa, un sueldo, conectividad.

Por eso muchos de los diarios de cuarentena cuya lectura es tan interesante en estos días, son siempre desde el privilegio. El propio privilegio de tener acceso a esta columna y pensar que desde mi cómoda posición puedo llamar a una estricta cuarentena imaginando que todos pueden hacer lo mismo, y que es una cuestión de conciencia o de educación. Deberíamos conocer también cómo sobreviven diariamente estas personas que tienen carencias de aquello que son sus derechos básicos; los medios no nos dicen nada, ni siquiera las redes sociales son tan diáfanas en mostrarnos esto.

Quizás el mayor privilegio ahora es tener salud, no estar contagiados, no tener que exponernos y observar un mundo en cuarentena desde las pantallas: del televisor, del celular, de la computadora. Y desde ese lugar siempre será fácil opinar, recomendar, hacernos héroes, denostar la solidaridad de otros, pronosticar el apocalipsis o la salvación del mundo, o terminar en actitudes cínicas como observamos a través de esas mismas pantallas. Aunque quizás es que, como decía el escritor mexicano Julián Herbert, ya todos estamos de algún modo contagiados.

Algún día, hoy es muy pronto, podremos intentar saber o especular sobre lo que realmente ocurrió en Guayaquil y en otras ciudades, si las personas que murieron pudieron ser salvadas, si hubo negligencia y de quiénes o si de algún modo todos somos culpables, por haber terminado construyendo una sociedad tan excluyente en la cual ya constituye un privilegio el hecho de estar vivos. (O)

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