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El Telégrafo

Porvenir y población

11 de julio de 2012 - 00:00

Ningún porvenir sería predecible sin contemplar el factor poblacional. La demografía, los cambios poblacionales, las migraciones, son fundamentales para enfrentar los dilemas de la humanidad de hoy y, en particular, los de la sustentabilidad ambiental.

El concepto de capacidad de carga, que se define como el nivel de población máximo que puede soportar un medio ambiente dado, sin sufrir un impacto negativo importante, es esencial para entender los comportamientos demográficos y su relación con la sustentabilidad. La capacidad de carga depende de la cantidad de nutrientes. La capacidad de carga nos permite distinguir, en términos cuantitativos y cualitativos, la biología humana de la del resto de las especies animales.

A diferencia de la biología animal, la capacidad de carga humana depende de consideraciones sociales y culturales. En un primer momento, una población biológica no humana singular y naciente, tiene posibilidades de aumentar su población porque encuentra condiciones naturales. En una segunda etapa, crece en forma exponencial.

Pero en un tercer momento, llega a un determinado punto, asociado a la máxima capacidad de carga del medio ambiente, a partir de lo cual la población permanece estacionaria o decrece. En cambio, las poblaciones humanas no se guían solo por condiciones naturales. Definen sus propios parámetros de lo que implica su orden social, sus límites y expectativas.

Los humanos nos apropiamos de la capacidad de carga de los ecosistemas mediante el consumo de materiales y energía. No solo que hemos alterado nuestro hábitat, sino que hemos generado otra suerte de para-hábitat. Y, de vuelta, toda producción energética es, en el balance final, intervención y/o consumo de bienes naturales.

Pero el concepto de capacidad de carga nos ayuda también a entender por qué hay desigualdades en los consumos de energía y materiales de las poblaciones humanas en el planeta. Un estadounidense promedio tiene un consumo “exosomático” (o hacia afuera) de energía de más de 200 mil Kcal (kilocalorías) por día debido a sus altos estándares de vida (uso del auto, calefacción, etc.), mientras que un habitante promedio latinoamericano consume 36 mil Kcal por día, y un habitante de Eritrea consume menos de 3.750 Kcal por día.

Este último apenas supera las necesidades de supervivencia biológica o el consumo “endosomático” (o hacia adentro), situadas en cerca de 2.500 Kcal por día en promedio. Esto se debe a la forma injusta en que está configurado el planeta. Y por cierto, los desbalances en el comercio exterior ayudan a comprender estas asimetrías porque los países mentirosamente llamados “en vías de desarrollo” aprovisionamos a los “países desarrollados” de energía y alimentos baratos que les permiten tener estos altos consumos.

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