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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

Por una TV de calidad y un humor inteligente

25 de abril de 2014 - 00:00

No es una queja de hoy ni un reclamo de última hora. Es una demanda ciudadana de muchos años atrás. Al inicio de cada nueva temporada surgen voces que cuestionan los contenidos de los programas de televisión, sobre todo los dramatizados. Hoy son cuatro -‘Vivos’, ‘La pareja feliz’, ‘Mi recinto’ y ‘En carne propia’- los que serán sometidos a investigación por la Superintendencia de Comunicación, pero en verdad deberían ser más.

Por principio no estoy de acuerdo con ninguna forma de prohibición y de censura. Ninguna medida debe coartar nuestras libertades. No estoy de acuerdo, por ejemplo, con que se prohíba la venta de licor los domingos (A propósito, ya es hora de hacer una evaluación y determinar si en verdad esta medida contribuye o no a  disminuir el consumo de alcohol.), por tanto, tampoco estoy de acuerdo con que se censuren programas de televisión.  

Pero desde hace muchos años, en este y otros espacios, he demandado que las propias estaciones de televisión privadas revisen los contenidos de determinados programas, a todas luces sexistas, machistas, homofóbicos y discriminatorios. Pedido inútil. Poco les ha importado a los programadores (y propietarios) de esos canales de televisión asumir un mínimo grado de responsabilidad social, ética y cultural. Además, acuden siempre a un perverso argumento: “les damos lo que la gente quiere”. Falso, mentira. Los televidentes no somos imbéciles y merecemos un mejor trato.

Los programas de humor de nuestra televisión, lamentablemente y casi sin excepción, acuden al chiste fácil, al sketch  típico de doble sentido, al ‘remedo’ (ni siquiera buena o mala imitación), al prejuicio y al peor de los estereotipos: la mujer es presentada como un simple objeto sexual, chismosa, sumisa y vanidosa. Y el hombre como el macho, dominante y patriarca. Los estereotipos abundan, sobre todo en relación a  determinados pueblos o minorías: al indígena, al afroecuatoriano, al gay, al gordo, etc.  En la telenovela de Ecuavisa, ‘Rosita, la taxista’, por citar un ejemplo, al personaje principal, una indígena de Otavalo, se la representa como si fuera tonta y estúpida a través de un burdo y ofensivo remedo.  

¿Qué hacer entonces con estos programas de televisión? Los propios canales, productores y guionistas deberían, por cuenta y deber propio, revisar sus contenidos. Y si no lo hacen (como efectivamente no lo han hecho) en buena hora ya existe una ley de comunicación, que norma y regula esos contenidos discriminatorios y ofensivos. Siempre deben prevalecer los derechos de los ciudadanos, a no ser discriminados ni agredidos.

Los programas de entretenimiento son muy importantes (imprescindibles) en la parrilla de programación de un canal de televisión, pero ya es hora de contar con espacios de humor inteligentes, creativos y, por supuesto, críticos.  

Por todo esto es necesario -y urgente- trabajar en la formación de nuevos públicos, solo así podremos contar con televidentes activos, críticos, atentos y exigentes. Y esta debería también ser una tarea de la Superintendencia de Comunicación. No se trata solo de sancionar, sino también de formar, orientar y educar.

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