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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Nuestro tibio plan económico

05 de septiembre de 2018 - 00:00

La mayor limitación del plan económico lanzado por Lenín Moreno el mes pasado es que carece de profundidad. Son una serie de medidas parche, muy al estilo que nos ha tenido acostumbrados Moreno, siempre manteniendo un centro indescifrable, sin revelar sus preferencias por completo, una muestra de política tibia o, peor aún, falta de proyecto. Como todo ajuste, los que tienen se quejan, pero los que no tienen son los que sufren. Son las leyes de capitalismo.

La eliminación del subsidio a la gasolina es un ejemplo claro. El subsidio, desde siempre, ha sido un subsidio a una clase media, media alta. Un subsidio que requiere de una inversión previa (la del carro), lo cual es un primer excluyente. Por otro lado es un incentivo perverso que abarata el costo, no solo de tener un carro, sino abusar de su uso. La diferencia de calidad entre los tipos de gasolina es marginal al punto que no es completamente claro si la diferencia del precio compensa los beneficios de usar la una sobre la otra. Es decir, son casi substitutos y el alza del precio de la más cara solo volcará usuarios hacia la menos cara, antes que desincentivar el consumo. En otras palabras, el Estado pasa de subsidiar el comportamiento de una clase media, media alta a través de la gasolina súper, a subsidiarlo a través de la extra.

No con esto quiero decir que los subsidios a la gasolina son buenos. Creo que no lo son (con excepción, a lo mejor, del diésel, que es un subsidio al transporte pesado, a quienes se benefician de este: gente que utiliza transporte público, los productos de consumo que transportan, etc.). Lo que quiero decir es que un proyecto con más profundidad buscaría un plan que, sí, elimine el subsidio, pero que a la vez invierta en mecanismos que desincentiven el abuso de sus principales consumidores y beneficie a esa población previamente excluida de las bondades del subsidio.

Un plan que comience por invertir y políticamente negociar mejoras en el transporte público, en vías alternativas de transporte y, algún día, en una planificación urbana que lo vuelva sustentable.

Con parches no arreglas un país. Sin un plan no se arregla un país. Tampoco con buenas intenciones, o sin pelearse, o tibiamente. Las soluciones que ha propuesto el Ejecutivo demuestran que el mayor problema es que solo nos queda esperar. (O) 

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