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El Telégrafo
Carlos Silva Koppel

Pensar en serio el apocalipsis

30 de marzo de 2020 - 00:00

«“… en 1997, un virus matará a 5 mil millones de personas… los que sobrevivirán abandonarán la superficie del planeta y los animales volverán a dominar la tierra”. Declaraciones hechas por un esquizofrénico paranoico, 12 de abril de 1990». Así comenzaba 12 monos, aquella película apocalíptica del 95.

¿Qué sería poder volver al pasado, tal como en el filme, y advertir lo que se venía? Decir: “¡cierren las fronteras!”, apenas se halló el primer caso de covid-19. O decir: “¡dejen de tragar pangolines!”.

Pero nos hemos burlado de los que advertían que detengamos nuestra forma usual de vivir y evitar el “fin del mundo”. Ahora, es preocupante que estén esperando volver a “la normalidad”, cuando ningún país hasta la fecha ha dado indicios de que eso esté sucediendo. Mejor habrá que pensar en nuevas formas de societarnos. ¡Pero ya!

El cambio del modelo de producir, para los sectores más necesitados, deberá ser obligatoriamente mediante ayuda estatal y de privados. La migración a lo digital es inexorable. Ciudadanos solo podrán salir una vez por semana y únicamente para poder cumplir con algún requisito vital.

Será obligación salir con trajes especializados y desechables. Luego, de regreso al hogar, tendrán que pasar por un proceso especial de desinfección. Saldrían con mayor frecuencia aquellos que trabajaran en la producción de suministros vitales.

Los hospitales quedarían para los casos más graves, mientras la atención tendría que cambiar a domiciliar y telemedicina. Deberemos abandonar atracciones suntuosas como el turismo, fútbol u otras actividades, o replantearlas. El Estado de excepción sería permanente, también los toques de queda.

Lo que acaban de leer fue un modelo basado en ciencia ficción. ¡Oh, esperen! Es lo que estamos viviendo hoy.

También es real que políticamente se vive una suerte de igualitarismo, ya que estamos perdiendo en lo económico hasta tal punto de llegar todos a una misma situación. A la vez, un individualismo feroz, porque cada cual tiene que vérselas para sobrevivir. Con excepción, para ambos casos, de los grandes millonarios de este país.

¿Estoy loco? (O)

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